Los apologistas españoles de Bolívar
Repaso por el pensamiento de escritores españoles sobre el Libertador
En la común concepción que se tiene acerca de la figura de Bolívar y cómo ésta ha sido materia de estudio para escritores de España es un tema que siempre ha causado revuelo. No es para menos, ya que se tiene la idea generalizada de que los principales detractores del Libertador salieron de la península; pero lo cierto es que de España han salido hombres encargados de limpiar el juicio que sus coterráneos han tenido sobre el Libertador. Bolívar es un concepto vivo al cual muchos hombres han dedicado largas horas de estudios para comprender más su genio, esto ha sido una empresa colectiva de ciudadanos de diferentes partes del mundo y de los cuales España tiene no pocos representantes.
Por esa razón, atendiendo a la verdad histórica y a la necesidad de hacer valer ésta parte de la obra de aquellos hombres, hoy haremos una recopilación de escritos con sus respectivos análisis, no necesariamente largos, para saber sobre estos ilustres caballeros de España y sus ideas sobre el Libertador.
Claro está, que si bien mencionaré varios autores, es importante aclarar que éstos son los que he estudiado y leído, pero puede que allá afuera hayan autores que no he descubierto y por tal razón no hablaré de ellos. Pero en la medida en que consiga más, puede que actualice el presente artículo. Sin más preámbulo, comencemos.
Juan Valera y Menéndez Pelayo
Cronológicamente fueron unos de los primeros en mencionar al Libertador. Sus trabajos se sintieron fuertemente tanto en sus épocas como en la posteridad; por eso no es de extrañar que la llamada Generación del 98, haya hecho una revisión exhaustiva a la obra de estos dos señores y por ende hayan salido una nueva generación de escritores con Bolívar en su pensamiento. Juan Valera en sus Nuevas cartas americanas nos dice lo siguiente:
«Todo lo que ustedes ensalcen las hazañas, las virtudes y los talentos militares de Bolívar, Sucre, San Martín y demás héroes, nos halaga, en vez de ofendernos, y nos halaga por dos razones: porque nuestra derrota queda cohonestada, y porque esos héroes, que nos vencieron, hijos de España eran, España los había criado y educado, y a España habían ellos servido hasta el día en que se levantaron en armas contra ella»1.
Nótese cómo Juan Valera considera a Bolívar un hijo de España; uno de los primeros en hacerlo. No se equivoca Don Juan Valera pues Bolívar para sus proyectos de ley o constitucionales recoge la tradición de autonomía municipal, la tradición religiosa e infinidad de aspectos heredados por la madre patria. Y al ser Bolívar hijo de España heredó lo bueno, el comercio de intereses, de luces, de religión2; y gracias a su capacidad creadora fue perceptor de los vicios de la metrópoli que hacían ingrata la unión con ella.
Marcelino Menéndez Pelayo, sabio escritor español reconocido por sus trabajos: Historia de los heterodoxos españoles, Historia de las ideas estéticas de España y muchas otras, entre las cuales resalta Historia de la poesía hispanoamericana donde dice lo siguiente:
«La antigua Capitanía general de Caracas, hoy República de Venezuela, tiene la gloria de haber dado a la América española, simultáneamente, su mayor hombre de armas y su mayor hombre de letras: Simón Bolívar y Andrés Bello. Pero la aparición súbita de estos dos varones egregios, que por breve tiempo ponen a su patria al frente del movimiento americano, ya en la esfera de la acción política, ya en la de las ideas, contrasta, sino con la oscuridad anterior de la historia de Venezuela (que, por el contrario, es en el período de la conquista, de las más interesantes que pueden leerse)»3.
Cuando dice su mayor hombre de armas, haciendo clara mención a Bolívar, no se equivoca pues el Libertador en su tiempo fue un militar excepcional que supo conducir las masas llaneras desde Venezuela hasta el Perú con el fin de componer su obra magna; a pesar de esto creo que le hizo falta a Don Menéndez Pelayo hablar sobre el lado civil de Bolívar, aún así, es notable el hecho de que incluyese al Libertador en su obra. Sumado a que de inmediato menciona a Andrés Bello como el mayor hombre de letras, no se equivoca, pues no es necesario ahondar en biografías o crónicas para saber que Don Andrés Bello fue una eminencia en su momento.
Julián Juderías
Julián Juderías fue un reconocido escritor español por haber introducido el concepto de leyenda negra, haciendo referencia al movimiento que se había gestado con más tenor en contra de la obra de España en América. En su libro que se titula: La Leyenda Negra: Estudios acerca del concepto de España en el extranjero nos dice lo siguiente:
«¿Acaso no podemos sentir orgullo ante los países que hoy la forman [a la América] y que han recibido de nosotros la sangre, la religión, la lengua, el carácter y hasta los defectos? Bolívar y San Martín ¿quiénes eran? ¿Eran franceses o ingleses o descendía el primero de antigua familia vascongada y había vertido el segundo su sangre por España en la guerra de la Independencia? ¿No fueron ambos españoles hasta en su rebeldía?»4.
Julián Juderías habla, sin mencionarla directamente, de la auténtica hispanidad; los valores heredados de España que confluyeron en la creación de las diferentes nacionalidades de hoy en día. Partiendo bajo este concepto la hispanidad se encarnó en hombres como Bolívar, que fueron españoles hasta sus rebeldías. Con más razón Bolívar encarna la hispanidad por el aspecto que menciona ahí mismo Julián Juderías, el hecho de que el Libertador descendía de una antigua familia vascongada, cosa que es totalmente cierta5.
Ciro Bayo
Ciro Bayo, madrileño, dedicó varias obras de literatura de corte costumbrista y algunos lo consideran precursor de la literatura moderna. Participó a los 16 años en la tercera guerra carlista, luego de terminar empieza su larga vida literaria. A los 70 años, edad avanzada, escribió Bolívar y sus tenientes: San Martín y sus aliados, donde luego de ahondar un poco en los orígenes vascos y el nacimiento del Libertador dice: «Hoy mismo carecemos de documentos fehacientes para formular un juicio acertado sobre este hombre célebre; pero sean cuales fueren las faltas que sus compatriotas le atribuían, era el hombre necesario a la causa de la independencia, por sus amplias ideas políticas y su talento militar»6.
Nótese cómo Don Ciro Bayos considera a Bolívar el hombre necesario a la causa de la independencia, no es un pionero en afirmar ésto, pero si se nota la franqueza con la que llegaba a esa conclusión. Más adelante dice:
«A todos arrastró en su subida triunfal, y, por decirlo así, los anuló. Su carrera fue una gran vanidad puesta al servicio de una noble causa. ¡Pero cuántos obstáculos tuvo que vencer! Desde el día en que se principia su carrera hasta que la termina, vive en medio de una borrasca continua. En sus campañas tiene que combatir contra el poder español, contra las rivalidades militares y contra la apatía de los pueblos; la fuerza de voluntad es el talismán que le acompaña en todas las situaciones. Arriesgó media vida para dar independencia y libertad a un mundo, y dio la otra mitad por rehacerlo»7.
Ésta cita de Ciro Bayo posiblemente recuerde a cuándo Bolívar dijo que era el hombres de las dificultades. Pero lo cierto es que éste juicio de Don Ciro Bayo es excepcional pues no sólo considera a Bolívar cómo un hombre de su tiempo sino que nos expone, sin necesidad de citar cartas o trabajos históricos, la lucha encarnizada de Bolívar con… ¡Todo el mundo! Por lo que, en síntesis éste juicio de Don Ciro Bayo es muy esclarecedor para quien vive con ideas erróneas acerca del Libertador, sobre todo, para haber sido escrito por quien fue carlista en su juventud; y otra cosa curiosa de Don Ciro es que se nutrió de libros del Dr. José Gil Fortoul, Pedro Manuel Arcaya y hasta de César Lombroso para estudiar los rasgos de Bolívar ¿Por qué? porque para Don Ciro, luego de tantas vivencias y experiencias con pueblos de todo el mundo, desarrolló un sentido humanístico, no del pensar sino del sentir y por eso la concepción metafísica de Bolívar no iba a ser solo la del Libertador de América, sino algo más allá.
La obra de Don Ciro Bayo: Bolívar y sus tenientes: San Martín y sus aliados si bien se encuentra digitalizada, es bastante extensa y por eso creo que puede ser tratada en un artículo aparte, sumado a que también hay otra obra del mismo autor titulada: Examen de próceres americanos: Los Libertadores donde, como dice su título, analiza las figuras de éstos hombres; y por eso puede a su vez, ser tratada en el mismo artículo mencionado anteriormente.
Miguel de Unamuno
Quienes me siguen desde hace bastante tiempo sabrán que redacté un artículo (el cual puede leer aquí) dedicado a este excepcional español y su pensamiento sobre Bolívar, por ende, no voy a profundizar tanto. En su artículo La guerra civil y la raza Unamuno nos habla lo siguiente:
«Acabamos de leer un libro de un venezolano, Don Laureano Vallenilla lanz, titulado “Cesarismo Democrático” y cuyo primer ensayo se titula: “fue una guerra civil”. Refierese a la guerra por la independencia de Venezuela, a la que dirigió El Gran venezolano y grandísimo español Simón Bolívar, una de las más grandes y más universales figuras de nuestra común raza española. Porque Bolívar, de apellido Vasco, de sangre... ¿Quién sabe?, de nacimiento caraqueño, aprendió a pensar y a sentir y a querer —porque se siente y se quiere con lenguaje— en español»8.
Es decir, Unamuno considera a Bolívar como un insigne español, esto nos lo reafirma en su otro artículo titulado El pueblo que habla español donde refiere esto:
«Aquí no hemos luchado más que con los hombres, casi siempre, desde la épica reconquista; de allí nos enseñarán a luchar con la tierra. “Lucharemos con la naturaleza” dijo el gran Bolívar, aquel retoño de la fuerte rama vasca trasplantada América. Y si el pueblo que luchó con los hombres, el de Don Quijote, hizo el viejo romance castellano, el verbo de la pequeña España en que cantara proezas del Cid y hazañas de Conquistadores de hombres, el pueblo que lucha con la naturaleza, el de Bolívar, nos impulsará a hacer la lengua española, el verbo del pueblo que habla español, fraternidad humana, asentar sobre la naturaleza, a nuestra ciencia y nuestro poderío domeñado»9.
En palabras llanas Unamuno se convenció, al ver toda la decadencia arrastrada por España, que la hispanidad se salvaría por medio de la exaltación a las figuras históricas que la encarnaban, poniendo como ejemplo a Simón Bolívar y todo lo que él adelantó en las cuestiones fundamentales.
Tal y como mencioné al inicio de éste fragmento del presente artículo, no abarqué en la medida esperable el pensamiento de Unamuno puesto que ya he dedicado un artículo enteramente a él y su pensamiento sobre el Libertador.
Eugenio Vegas Latapié
Eugenio Vegas Latapié fue un tradicionalista español muy seguidor de la idea monárquica, tanto que pocos años después de la unión entre carlistas y falangistas, fue perseguido y obligado a exiliarse por pequeños lapsos de tiempo debido a sus ideas. Como buen patriota y hombre de ideas, participó en la guerra civil española por el bando nacionalista y fue secretario por un corto tiempo de la F.E.T de las J.O.N.S en 1937. En sus escritos —que valen la pena leerlos— se ve que fue un hombre que convencido es sus ideas, tuvo a su patria presente, todo lo que se puede esperar de un buen español. Aunque, en la no equivocada común concepción que se tiene de que los tradicionalistas españoles pueden llegar odiar sin reserva —cosa que es distinta a tener diferencias ideológicas— la obra y figura de Bolívar, el caso de Latapié llama mi atención por cuanto ahondó bastante bien en la vida de Bolívar para rescatar una faceta de su vida que: sus motivaciones para intentar aplicar la presidencia vitalicia y el senado hereditario.
Latapié nos recuerda su simpatía en dos oportunidades: la primera en su libro Escritos Políticos cuando hace una reflexión un tanto larga sobre la llamada Guerra Cristera ocurrida en México. Conflicto que no deja de ser curioso para quien estudie la historia de la iglesia católica; en síntesis el conflicto se originó por la promulgación de la popular Ley de Calles puesta en vigor por el presidente Plutarco Elías Calles, dicha proponía limitar y regular el culto católico en el país. Orgánicamente, y teniendo en cuenta que la religión mayoritaria en México era la católica, era esperable que se formara el Ejército Cristero quien protagonizó la resistencia de los creyentes. El enfrentamiento duró desde 1926 hasta 1929, terminando con el tratado entre el Monseñor Díaz y Emilio Portes Gil para la finalización de la guerra, no obstante, los atropellos contra la iglesia y los veteranos del bando cristero persistieron; hecho que conllevó a la Segunda Guerra Cristera que tuvo lugar entre 1934 y 1938.
Latapié en su escrito, hecho en abril de 1936, osea, en el calor de la Segunda Guerra Cristera, denuncia entre otras cosas la confabulación del Monseñor Díaz con Emilio Portes Gil para desarticular y sofocar el movimiento cristero, además de un análisis de cómo, según Latapié, el laicismo, las ideas liberales y el hecho de que suplantaran en México la doctrina social de la iglesia por los ideales de la revolución francesa, terminaron por mermar la reputación y el respeto de la misma en el país; y además critica la indiferencia y el olvido de las demás iglesias católicas del mundo para con los cristeros. Pero ¿Cómo se relaciona todo esto con Bolívar? Mencionando unas palabras del Monseñor Leopoldo Ruiz sobre que la protección del régimen democrático era una de las principales causas de la decadencia mexicana, Latapié considera que dicho sistema electivo es anárquico o insta a la anarquía y en contraposición estaba la idea de que un futuro mejor vendría con una suerte de autocracia, prosigue con este postulado para sacar una palabras sobre Agustín Iturbide: «Iturbide, el ilustre caudillo de la independencia de Méjico, lo vió claramente al estampar en el Plan de Iguala que la forma de gobierno había de ser monárquica y hereditaria, “para hallarnos con un monarca ya hecho y precaver los atentados funestos le la ambición”»10.
Sobre Bolívar menciona lo siguiente:
«Tampoco se le escapaban a Bolívar los terribles efectos que para su amada América iban a producir las instituciones electivas y democráticas, por lo que, en genial previsión, no secundada, propuso en el congreso de Angostura una transacción entre la verdad política que imponía la realidad a su sagaz percepción y el error que le exigían toda su archidemocrática educación y el ambiente de su siglo, al proponer que la soberanía se compartiera con igualdad de poderes por una Cámara electiva y un Senado hereditario, reclutado entre los caudillos de la Independencia y sus hijos y descendientes, los que habían de ser educados desde niños por el Estado para prepararse al recto ejercicio de su difícil misión»11.
Es decir, Latapié, como muchos otros españoles que se verán en este artículo, rescata ésta genial etapa de la vida de Bolívar, ¿Quizá porque seguía vigente, incluso en el siglo pasado, la tradición aristocrática del pueblo español? No lo sabemos a ciencia cierta pero es interesante rescatar ésta curiosidad. Volviendo al tema, no se equivoca Latapié cuando menciona la cámara —de representantes— electiva y el senado hereditario y formado en un inicio por libertadores, como lo define Bolívar en el Discurso de Angostura y sobre esto último de que los hijos de los primeros senadores serían educados desde pequeños para legislar y ejercer los oficios de república, Bolívar agrega lo siguiente:
«Estos senadores serán elegidos, la primera vez por el Congreso. Los sucesores al Senado llaman la primera atención del gobierno, que debería educarlos en un colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores, legisladores futuros de la patria. Aprenderían las artes, las ciencias y letras, que adornan el espíritu de un hombre público: desde su infancia ellos sabrían a qué carrera la Providencia los destinaba, y desde muy tiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera»12.
Repasado este punto, podemos avanzar a la segunda mención de Bolívar por parte de Latapié. El escritor francés Marius André, quien también fue admirador de Bolívar, tanto que hasta lo consideró Soldado de la libertad, primer positivista americano y victima de la barbarie democrática, publicó en 1922 un libro titulado La fin de l’empire espagnol d’Amérique o por su traducción El fin del imperio español en América, para dicho libro Latapié preparó la traducción en español y la publicación en la editorial Cultura española y además se tomó la libertad de redactar un prólogo, de aquí es donde sacamos consideraciones interesantes sobre Bolívar.
El prólogo conserva la misma idea que el documento analizado con anterioridad sobre las Guerras Cristeras en México, Latapié, repasando un poco sobre cómo, aplicándose en los primeros años de las repúblicas hispanoamericanas el sistema electivo, éste ocasionó mayor desestabilidad a las nacientes naciones; exalta la figura de hombres como Iturbide y Bolívar —justo como lo hizo en el primer escrito— el primero con su Plan de Iguala y el segundo con el Congreso de Angostura (el de 1819). Sobres este primer congreso menciona que el proyecto fue rechazado porque según él, las ideas electivas de la revolución francesa ya habían calado tanto en el pueblo como en los legisladores que aquella idea de Bolívar les parecería retornar al régimen antiguo. Agrega:
«En el citado Congreso de Angostura, Bolívar intentó limitar los poderes del sufragio universal, creando una Alta Cámara con iguales poderes y facultades que la Cámara popular, pero cuyos puestos serían vitalicios y las vacantes se cubrirían por herencia . Serían senadores los más destacados jefes y caudillos de la Independencia, y a su muerte les sucederían sus hijos, quienes desde niños serían educados a expensas y con vigilancia del Estado para prepararlos al mejor servicio de las funciones que habían de asumir»13.
Puesto que ésta parte del senado hereditario ya la analizamos, pasemos a lo que en seguida comenta Latapié:
«Frente a la incoherencia y analfabetismo de los elegidos por el sufragio universal, Bolívar quería oponer una Cámara de personas enraizadas con sus glorias, dedicadas de por vida al estudio de la historia, la política y las necesidades del país. Carente de una aristocracia reconocida por los siglos a quien instalar en la Cámara Alta, Bolívar puso sus ojos en los caudillos y generales de la Independencia, reconociendo al heroísmo y al valor militar como constante y principalisima fuente de toda nobleza. En unos Estados, que como acontecía a los americanos, habían de construirse de nueva planta, nadie tenía mejor derecho a orientar su futuro , ni más autorizada voz, que los jefes de los Ejércitos, genuinos representantes de los mejores hijos del país que a precio de sangre y de vida rescataron sus Patrias para determinados ideales»14.
Y es totalmente cierto lo que dice Latapié sobre el hecho de que los primeros senadores serían quienes llevaron en años anteriores la lanza y guiaron ejércitos por la liberación del país. Leamos lo que dice Bolívar al respecto:
«Por otra parte, los Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la República que les debe su existencia. Creo que la posteridad vería con sentimiento, anonadados los nombres ilustres de sus primeros bienhechores: digo más, es del interés público, es de la gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la última posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados que, superando todos los obstáculos, han fundado la república a costa de los más heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre, y no lo será jamás»15.
Luego de estas convenientes aclaraciones, Latapié agrega lo siguiente:
«El proyecto de Bolívar fue rechazado en las primeras sesiones del Congreso de Angostura. La democracia electiva y soberana no podía soportar a su lado un poder hereditario basado en la historia, la virtud y la competencia. La aterradora elocuencia de los hechos ha dado la razón a Iturbide y Bolívar. En sus últimos años, perseguido y desengañado, el Libertador de América había de exclamar: “Los que hemos trabajado por la Revolución hemos arado en el mar”»16.
Fíjese cuando Latapié afirma que considera el proyecto de Bolívar estaba respaldado por «la historia, virtud, y la competencia» y ciertamente tanto el Discurso de Angostura como el proyecto constitucional de 1819 son de los escritos más célebres del Libertador y es curioso como un hombre como Eugenio Vegas Latapié, con su ideología al parecer contraria a Bolívar, rescató ésta faceta de su obra e implícitamente reafirma la vigencia del pensamiento bolivariano.
Blas Piñar
Blas Piñar fue un activo político y escritor español que se desempeñó en casi todo: miembro de la Juventud de Acción Católica de Toledo, procurador en las cortes durante el gobierno del Generalísimo Francisco Franco, diputado, líder de varios movimientos políticos después del fallecimiento de Franco, resaltando Fuerza Nueva y muchos otros cargos.
La vida de Blas Piñar es amplia y de múltiples facetas, sin embargo, hacemos resaltar su participación entre 1957 y 1962 como Director General del Instituto de Cultura Hispánica. Donde durante la apertura de la Exposición Bibliográfica “Simón Bolívar” (que se dio del 3 al 9 de octubre de 1960) pronunció un magnífico discurso, en toda la expresión de la palabra y del cual hoy recogemos fragmentos donde habló sobre el Libertador.
Al principio, inició su discurso hablando sobre la etimología del apellido Bolibar de los del señorío de Vizcaya para introducirse un poco en la significación, con el paso de la posteridad, de la conquista. De cómo los españoles hicieron la más noble misión civilizadora con la mayor parte de este continente.
«Alguien ha dicho que en la América nuestra hay como una fuerza telúrica que va atando y anudando al hombre con el suelo; que el español que llegó a América, a la América nuestra, y el criollo, hijo de españoles, nacido allá en América acabaron creyendo aquella tierra como suya»17.
Fue parte de lo que dijo sobre este tema. En consecuencia terminó hablando del nacimiento de la conciencia criolla gracias a las bases que España había sentado y cómo Bolivar, el Libertador, fue resultado de ese proceso de tres siglos de intercambio cultural y que aquella conciencia criolla fue capaz de ver los vicios y los fallos de la metrópoli, aspectos que hacían ingrata la unión con con ella. «Lo que se marchó de América Sres. fue nuestro aparato político y administrativo que, no nos engañemos, estaba corrompido y ya no servía»18, alegó.
Llega la hora de hablar del Libertador y Blas Piñar dice:
«Hoy estamos recordando aquí, a uno de éstos españoles nacidos en América, a un criollo, a un español entero y completo de temperamento y de porte. Tan español, que alguien le ha comparado a nuestro señor Don Quijote y quizá en la comparación el discípulo ha hecho algo más que el maestro, porque nuestro Don Quijote cabalgó, lanza en ristre, para enfrentarse con los molinos de la Mancha; pero Bolívar según la etimología era ya un molino, fue él, Bolívar el Libertador, el que como un molino al igual que sus antepasados de Cenarruza, se levantó y se desquajó de la tierra y montado a caballo, como dibujan los escultores y le ofrecen a la contemplación de nuestra mirada, fue recorriendo América incitándola a la emancipación y a la unidad»19.
Luego resalta en la importancia que toma en el genio de Bolívar la existencia del concepto de unidad entre los países hermanados por España, por esto menciona el Congreso de Panamá, para luego decir que no ahondará mucho en aquello por cuanto existían ya, muchas obras dedicados al estudio de ese y otros acontecimientos de la vida del Libertador.
Luego de esto, podemos decir que Don Blas Piñar llega al propósito de su discurso. Explicaba que una vez conseguida la independencia de la naciones hispanoamericanas se avecinaba otro problema: las compañías y centros comerciales patrocinados por potencias europeas que venían a ultrajar la soberanía de los pueblos, la cual pasaba a ser una mera careta de toda la maquinaria de dichas compañías para ocultar la manipulación del estado a su favor. Es decir, por medio de la actuación del capital foráneo, se degeneraba el concepto de independencia política y que para recuperarla, era menester efectuar la independencia económica. Por lo cual, para Don Blas Piñar, el ideal bolivariano, que tiene su base económica en la soberanía económica, puede ayudar a sacar de raíz el problema del imperialismo económico… pero ¿Cómo? para Don Blas Piñar, y lógicamente, un país no puede hacerle frente solo a una potencia económica, hace falta unirse con otras naciones que padezcan del mismo cáncer para poder frenar este atropello, esa unidad es la misma que proclamó Bolívar en su Carta de Jamaica, en el Congreso de Panamá y en muchas otras ocasiones.
«Es evidente que ésta empresa de la independencia, de la liberación económica complementa la gesta emancipadora en el orden político, únicamente podrá lograrse cuando nuestros pueblos se junten, cuando la empresa sea fraterna, cuando el cometido sea uno. ¿Veis ahora cómo el pensamiento bolivariano tiene vigencia? ¿Cómo aquel pensamiento que tenía vivacidad entonces, hace años la tiene mucho más hoy día con ésta poderosa argumentación de lo técnico y de lo económico?20».
Luego cierra el discurso con la siguiente, para mí, la más cierta de todas las verdades que dijo Don Blas Piñar:
«Bolívar se equivocó una vez, muy cerca de su muerte, en aquella casa del español generoso que después de tantas aventuras lo había recogido en su casa. Decía Bolívar que él pensaba, al final de los tiempos, que su esfuerzo era inútil, que él había arado en el mar. Bolívar se equivocó. Bolívar no había arado en el mar, Bolívar había, como buen campesino arado en la tierra, abierto el surco en el suelo... Lo que pasa Sres. es, que en las cosechas históricas, los ciclos temporales son muy largos... y es hoy, luego de 150 años, que empezamos a recoger el fruto»21.
Sin duda alguna, sin ser sociólogo o historiador, Blas Piñar logró resumir bastante bien lo hispano en Bolívar y lo vigente de su pensamiento.
Ernesto Giménez Caballero
Don Ernesto Giménez Caballero, Gecé o el Robinson literario de España, considerado por muchos como el introductor del fascismo en España22, fue un hombre que en su larga y plena vida estuvo atento al debate político e intelectual de España; con muchas facetas —o revoluciones, como él solía llamarlas— analizó el desarrollo de la historia de su patria desde muchas perspectivas, desde joven en Estrasburgo, en la guerra en África, desde la Gaceta Literaria, desde los orígenes del sindicalismo nacional, en las angustias de sus persecuciones en la guerra civil, en las reuniones con Pío Baroja, Unamuno, Menéndez Pidal, Azorín y muchos intelectuales, desde su papel como secretario de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista ¡y pare de contar! Giménez Caballero fue todo lo que por intelectual se entiende, suma de todo hombre de letras que en sus extrañezas que pocos le encontraban sentido resumía lo que él definía como El genio de España.
Como era de esperarse, un espíritu inquieto como el de Don Ernesto, se aventuró a analizar la etapa de la independencia americana y sus cabecillas, de la cual sacó no menos curiosas conclusiones. El 24 de agosto de 1953, Giménez Caballero se pronunció en una conferencia en Bogotá, el discurso fue significativamente corto en comparación al de Don Blas Piñar, durando apenas unos seis minutos; pero en esos seis minutos se encuentran todas las horas de estudio histórico y contemporáneo que dedicó Don Ernesto para concluir que el ideal bolivariano era la piedra angular que debía regir los destinos de este lado del mundo23 y cómo dicho ideal debía conocerse hasta en la propia España pero, que hablando sobre ésta última, creía Don Ernesto que los españoles eran «bolivarianos sin saberlo»24 pues España en aquel momento y a raíz del ascenso de Francisco Franco se había sancionado la Ley de Sucesión, donde el Caudillo luego de haber gobernado de forma vitalicia podía elegir a su sucesor, cosa que Don Ernesto cree —inequívocamente— que era el sueño de Bolívar.
«Quizá sea una revelación deciros que el único régimen auténticamente bolivariano que existe en toda hispanoamérica, sea el nuestro. Entiendo por ello el que es un presidente vitalicio con derecho de elegir su sucesor; esto que casi no lo tenéis en ningún sitio y que fue el sueño de Bolívar, los estamos cumpliendo nosotros. Somos quizá, Bolivarianos sin saberlo».
Es lo que dice don Ernesto al respecto.
Y sobre la cuestión que mencionamos en un inicio, sobre la intención de Giménez Caballero de dar a conocer en España la vigencia y fuerza del ideal bolivariano, dice lo siguiente:
«Yo me encargaré de que los españoles lo sepan, de que sepan cual es el gran ideal y la gran misión que dejó interrumpida vuestro Bolívar, creada aquí en Colombia, en Bogotá, la que le dió el aliento para sentir que llegaban en el mundo la hora de los grandes bloques, la hora de las grandes confederaciones mundiales».
De esto último, sobre que Bogotá fue a quien le dió a Bolívar la inspiración para «sentir que llegaban en el mundo la hora de los grandes bloques» es erróneo. ¿Por qué es erróneo? Al hablar de bloques y confederaciones estoy completamente seguro que Don Ernesto habló de la Gran Colombia, pero ni ella ni su inspiración para hacerla nació en Bogotá o en la Nueva Granada, cuando antes, en Venezuela y más específicamente, Angostura (Hoy Ciudad Bolívar). Aún así, esto es un detalle menor que no interfiere en mi simpatía con las palabras de Giménez Caballero.
Luego de esto, Don Ernesto habla sobre la vigencia del pensamiento bolivariano para impedir que el mundo bolchevique, como él lo definió, se infiltrase en los países americanos por medio de todas las divisiones engendradas y que éste pudiera engendrar; pero ¿Cómo precisamente se va a detener el avance del mundo bolchevique? Con la creación de un bloque que englobe, pues, las naciones hispanoamericanas, en síntesis, el sueño de Bolívar.
«Este es el gran mensaje que nos clama, pidiendo sucesión, pidiendo continuidad ¡Dejad por planto vuestros problemas internos y externos! ¡Dejaros de libros, de interpretaciones! ¡De sirios y de troyanos! ¡De izquierdas y derechas! ¡Soñad en cosas grandes! ¡En cimas como los Andes que él [Bolívar] atravesó, en los grandes sueños de Cóndor!».
Dichas éstas potentes palabras, Don Ernesto le recalca, de manera enérgica, a sus oyentes que piensen en grande, para poder dar continuidad al pensamiento bolivariano y finalmente termina su discurso con la merecida ovación.
Y esto no es todo, de los pocos libros digitalizados de Don Ernesto se encuentra Memorias de un Dictador (1979) que es como un pequeño repaso de lo que había vivido en el momento25. Lo que hace a éste libro interesante o inflamado e inflamatorio, es que no es sólo una crónica en primera persona de los momentos culmen de la vida de Don Ernesto sino que en sus páginas hay colada una que otra reflexión histórica. Y es ésto lo que nos interesa. Iniciando el libro, nos platica de que, luego de la guerra civil española, él se decidió a recuperar un pequeño café en la Puerta del Sol, y que dicho café era donde se producían pequeños encuentros que se convertían en veladas extraordinarias con pensadores, filósofos, políticos y escritores de todos los lugares del compás político; sucesivamente nos cuenta Don Ernesto que en épocas pasadas personas distinguidas acudían a dicho café, incluido el joven Bolívar con su señor María Teresa, y muchos años después asistirían personas como Rubén Darío, José Martí, José Rizal y otros. Luego dice que por intercesión suya se erigieron varios bronces, en dicho café, a estos personajes y aquí nos dice Don Ernesto esto: «Bronces que como semillas fructificaron en monumentos, a instancias mías, y por eso hoy Madrid se enorgullece ya de tres, el de Bolívar, el de San Martín y el de Artigas»26. Seguidamente menciona esto: «Y a propósito de Bolívar, para mí es un orgullo que hasta el Borbón Juan Carlos, cicatrizando las borbónicas guerras civiles o independentistas de América, fuera a Colombia y a Venezuela para rendirle homenaje… Ya hasta se ha fundado en Madrid una Sociedad bolivariana. Pero nadie se ha acordado de invitarme siendo, como soy, miembro de las americanas»27. Cosa curiosa.
Y hablando de bronces semillas, mucho más adelante de éste fragmento, nos recalca que el fruto de haber alzado los bronces fue que en España se produjese, a largo plazo, una mejora considerable sobre la visión de Bolívar, al grado tal de que el Rey Juan Carlos visitara nuestro país en 1976. Leamos lo que dice Don Ernesto sobre esto:
«Esos bronces serían las semillas —como proclamé— que desde la Puerta del Sol se harían monumentos en los parques de España. Y así sucedió con las de Bolívar, San Martín, Artigas, hasta ahora. Al principio se me llamaba loco y descastado por estos homenajes a secesionistas. Hasta que, al fin, tuvo que ir, en 1976, el Rey de España a rendir homenaje en Colombia y Venezuela a Bolívar»28.
Más adelante hace como un ligero guiño a su conferencia en Bogotá ya analizada, contando sobre el porqué del inicio de su difusión del bolivarianismo, dice que en vista de la Europa dividida y devastada por la segunda guerra mundial era inevitable que Estados Unidos tratara de someter, cuando menos en lo económico y si lo pudiera en lo político, a las naciones europeas; pero el caso de España era diferente; debido a su neutralidad durante la guerra, las penurias de la postguerra civil y el ascenso de Franco, España y su nuevo régimen no era atractivo a las democracias occidentales y de ésta manera su recuperación económica sería imposible, por lo que había necesidad de darle otra cara al gobierno que no fuera la de un país gobernado arbitrariamente por un Caudillo sino el de un país presidencialista, término que suena más elegante, pero un sistema presidencialista regido por las necesidades del momento y de acuerdo a la constitución efectiva de España y no por una democracia representativa. Es decir, un régimen presidencialista con un presidente vitalicio, con derecho de elegir a su sucesor y senado hereditario ¡Lo que quería Bolívar! Esto es lo que dice don Ernesto:
«La modalidad de acercarnos a Estados Unidos —políticamente— sólo podía ser una: la Presidencialista, así como al resto de nuestra América. Por lo que inicié la exaltación del Bolivarismo. O sea: la continuidad que propusiera Bolívar de la extinta Monarquía: un “Presidente vitalicio” (para equivaler al Rey), “con derecho a elegir Sucesor” (como Príncipe o “Primum Caput”) y “un Senado hereditario” (sucedáneo de la Aristocracia). Continuidad que ni el propio Bolívar pudo aplicar. Sólo Franco. El único “bolivariano” triunfante: en la historia hispanoamericana»29.
Más adelante, Giménez Caballero hace un recuento sobre sus viajes por países hispanoamericanos, que fueron casi todos y en varias oportunidades. Sobre su estancia en Colombia, cuenta que conoció ciudades como Bogotá, —lógicamente— Cali, Barranquilla, Medellín, Popayán, Cúcuta, Cartagena y es claro que no podía faltar Santa Marta, donde visitó la Quinta de San Pedro Alejandrino, propiedad de Don Joaquín Mier, y donde Bolívar pasaría sus últimos días; vió además la copia que había en dicha casa de El Quijote, seguramente la que Bolívar leyó para dar su famosa frase de los tres majaderos30. Sobre su primer viaje a Venezuela habla de que fue por una anécdota curiosa de que a su Café Lavante llegaron dos hombres caraqueños de nombres Víctor José Cedillo y el Ministro de Hacienda Urbaneja, ambos le demandan que le muestre el bronce de Bolívar que Giménez Caballero tenía allí, evidentemente sus deseos fueron cumplidos, tanto así que a las semanas Giménez Caballero recibió una invitación de la Academia Nacional de la Historia para dar una conferencia en mayo de 1951.
Al llegar a Caracas Don Ernesto tuvo el chance de visitar la casa natal del Libertador, donde apunta lo siguiente:
«La Casa natal de Bolívar era bellísima en su sencillez y nobleza. Y de hecho, el mejor monumento de esa Ciudad porvenirista, energética, petrolera, bulliciosa y de ricachones yancófilos. Plaza de San Jacinto, aún con encanto y paz de otros tiempos. Restaurada por el dictador Gómez y frescos de Tito Salas sobre Bolívar niño en el Convento cercano cuando el terremoto, en la batalla de Araure, los Cayos, la Emigración del 14, la toma de las Flecheras, el abrazo de Santa Ana y los delirios del Chimborazo. Se había restablecido la alcoba donde naciera Simón, el patio de los Granados, el comedor»31.
Con propósito de no extender más de la cuenta ésta pequeña parte —ahora grande— de Giménez Caballero aglomeraré sus opiniones y las desarrollaré más en otro artículo; no sin cerra con una frase de Don Ernesto que resalta por su veracidad:
«Si España perdió entonces América fue por no entender lo que Bello y Bolívar desesperadamente le explicaran: el rehacer la envejecida monarquía y la no menos anticuada lengua en una nueva instauración: la hispanoamericana».32
En síntesis, toda suerte de buen español y buen bolivariano fue don Ernesto, Genio de España, quien dentro de esa sección de su espíritu estaba bien arraigada el pensamiento y sentimiento bolivariano. Por eso afirmo, sin temor a equivocarme, que Don Ernesto fue uno de los mejores bolivarianos de la larga lista que ha habido.
Manuel Pérez Vila
Cuando toca hablar de Don Manuel Pérez Vila, no se habla solo de un apologista y ya, es hablar de un hombre —nacido en Gerona, España— que luego de educarse en su tierra natal llega a Venezuela en 1948 a dedicar lo que le quedaría de vida al estudio del Libertador. Su obra es amplia, partiendo del muy conocido libro de la Biblioteca Ayacucho Doctrina del Libertador (1976) donde figura como editor y compilador de los escritos allí presentes, por eso, en la nota de aquella edición nos dice lo siguiente:
«Sea como fuere, por satisfecho me daré si ésta selección, cuya idea y edición se deben a la Biblioteca Ayacucho, contribuye a difundir el pensamiento de Simón Bolívar, que tanto tiene todavía que decir en América y en el mundo»33.
Habla Pérez Vila como el hombre que luego de una fuerte jornada ve el feliz fruto de su trabajo, no es para menos, aquel libro de la Biblioteca Ayacucho es muy recomendable si se quiere ahondar en los documentos más esenciales del Libertador.
Otra obra importante es La Biblioteca del Libertador (1960) pues si algo es bien sabido, Bolívar tenía el gusto de leer dondequiera y sin estar cerrado a determinados géneros literarios o políticos34, por eso, este libro es la compilación de obras leídas por el Libertador durante toda su vida. La obra es clave para entender las lecturas de las que estaba nutrida el genio creador del Libertador, comenzando el libro, Pérez Vila nos da la bienvenida con ésta frase:
«Nada, sin embargo, sería más falso y convencional que una imagen del Libertador donde se le presentase moviéndose a impulsos de las ideas vertidas en su mente por la lectura de autores como Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Raynal, y tantos otros cuyas obras conoció indudablemente. Conviene analizar con prudencia el posible influjo que sobre el espíritu de Bolívar pudieron ejercer éstos u otros escritores, y dando a Dios lo que es de Dios, no quitarle al César lo que le corresponda. El pensamiento de Bolívar, cualesquiera que sean las savias que lo han nutrido, es fuerte y original»35.
En respuesta a quienes acusan al Libertador de carecer de originalidad y ser un copia y pegue de las ideas de la revolución francesa y norteamericana, alegato sin fundamentos y desmentido desde los primeros anales de historia bolivariana.
Existe un libro titulado Biografía de Simón Bolívar: Síntesis biográfica, una biografía que sirve como un resumen de la vida y obra del Libertador de forma didáctica y comprensible para el que poco sepa sobre él. Cierra dicho libro de la siguiente forma:
«Sobresalió entre sus contemporáneos por sus talentos, su inteligencia, su voluntad y abnegación, cualidades que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa: la de libertar y organizar para la vida civil a muchas naciones que hoy ven en él a un Padre»36.
Cuenta Don Manuel Pérez Vila con otra serie obras sobre el Libertador, que por desgracia no están digitalizadas, tales como Formación intelectual del Libertador (1979) o El Legado de Bolívar (1989). Pero en síntesis ¡Que hombre para estudiar a Bolívar fue Don Manuel Pérez Vila! y su aporte a nuestra historia no solo son obras sobre el Libertador, sino muchas de otra índole, como: Los libros en la colonia y en la independencia (1970),Vida de Daniel Florencio O'Leary: primer edecán del Libertador (1957), Gaceta de Caracas: 27 de abril de 1810-5 de julio de 1811 (1983), La Guaira: Orígenes históricos, morfología urbana (1981) y muchos otros, sin contar sus cargos como publicador del Archivo Arquidiocesano de Caracas, del Archivo de Andrés Bello o Director del archivo de la fundación John Boulton.
Sin duda alguna, un español que aportó cuanto su cuerpo e inteligencia le permitieron a nuestra cultura.
Pedro Grases
El caso de Pedro Grases se asemeja mucho al de Manuel Pérez Vila, Grases nació en Villafranca del Panadés, en Cataluña, ahí se formó y ejerció la profesión de docente universitario y abogado, hasta que iniciase la guerra civil española donde se ve obligado a irse, primero a Francia, y luego a Venezuela. Curiosamente y como una suerte de vaticinio a lo que se dedicaría su vida, el Dr. Pedro Grases salió del puerto Boulogne-sur-mer hacia la Guaira en un vapor holandés de nombre «Simón Bolívar».
Llegó a tierra firme el 17 de agosto de 1937, fechas que pasa en primera instancia no en Caracas sino en Maracay; pero llegaba Don Pedro Grases a la tierra a cuya historia y mayor hombre de letras consagraría su vida. Al momento de su muerte, el 15 de agosto de 2004, se fue Don Pedro Grases siendo una eminencia intelectual del país. No hubo nada que este catalán, convertido a ciudadano venezolano en 1954, no haya visto en el ancho mapa de la historia venezolana y americana; si bien su materia preferida y lo que le dio más material a su pluma fue la figura de Don Andrés Bello, también tenía el gusto de hablar sobre Bolívar, la hispanidad, el ideal americano, los autores del momento y la independencia.
Hoy, por cuestión de extensión, solo trataré la cuestión Bolívar de Pedro Grases. Para la siguiente fracción debo reconocer el extraordinario trabajo de la Fundación Pedro Grases37 por haber rescatado y más importante en los tiempos modernos, digitalizado gran parte, sino es que toda la obra de Don Pedro Grases ¡Que tan distinto sería el estudio de Bolívar si tan solo existiese una Fundación Pedro Grases para otros autores como Pérez Vila, Lecuna, Briceño Perozo y demás!
La sobredicha Fundación Pedro Grases ha editado una serie de XXI tomos donde estan cantidad de obras de Don Pedro, desde sus estudios sobre Andrés Bello, la independencia, crítica y reflexión histórica, poesía, memorias y todo cuanto la pluma de Pedro Grases haya dado trabajo. El tomo IV se titula Estudios Bolivarianos, como su nombre lo indica, es un compendio de textos bibliográficos e investigativos bastante interesantes; partiendo por la estructuración del Archivo del Libertador, las fuentes impresas coetáneas, es decir los periódicos y papeles de la época, las personas, fundaciones, organizaciones y centros de investigación que dedicaron su vida por mejorar el estado y contenido del archivo de Simón Bolívar, ésta parte es lo suficientemente extensa para abarcar incluso otro formato de difusión, como un video por ejemplo. Más adelante encontramos análisis a textos del Libertador tales como la Carta de Jamaica, Discurso de Angostura, La Constitución boliviana de 1826 y muchos más; dicho análisis trae el significado o la explicación de las referencias, consideraciones y sinfín de cosas más que facilitan hoy el estudio de Bolívar, además de una suerte de cronología de los viajes de Bolívar, los días del mismo en Jamaica, consideraciones sobre Mi delirio en el chimborazo. En síntesis en éste libro solo encontraremos documental bibliográfico y no crítico sobre Bolívar; pero en nada merma la proeza y lo invaluable de este compendio bibliográfico.
Sin embargo, sí hay un lugar de donde podemos sacar material crítico de Don Pedro Grases referente a Bolívar, y es nada más y nada menos que el libro que editó la Biblioteca Ayacucho con sus escritos más completos, dicho libro se titula Escritos Selectos. Dentro de dichos escritos figuran temas como: La independencia, Francisco de Miranda (algunos datos biográficos, datos de su biblioteca, sobre sus conspiraciones, estancia en el extranjero, análisis de discursos y proclamas) Andrés Bello (su vida, obra literaria, aprendizaje, docencia, aporte al estudio del Cantar del Mío Cid, ideal político y aporte al derecho) así como también habla de autores del momento, humanidades, escarceos del lenguaje y hasta de temas como la imprenta en Venezuela… ¡De que no escribió Don Pedro Grases!
Sin embargo, de este libro resaltan los Temas de Simón Bolívar, apartado sobre el estudio del Libertador. De ésta sección es que podemos hablar de material crítico referente a Bolívar. Allí se encuentra transcrita una conferencia de Don Pedro Grases que lleva por título «El carácter hispánico de la emancipación hispanoamericana», pronunciada el 12 de Octubre de 1982 en Barcelona.
Comienza la conferencia comentando que la gran preocupación de los países hispanoamericanos ha sido un afán constante por definir quienes son y hacia donde van, haciendo hincapié en que este problema se presentaba más en las generaciones jóvenes, a tales efectos, según Don Pedro Grases, la mayor parte del periodo comprendido entre la ruptura con el orden colonial hasta el momento había sido «el forcejeo por descifrar el modo de ser del hombre americano, al lado de otro gran objetivo: la definición del porvenir, que obedece al deseo y la convicción de participar con sus aportes al mejoramiento de la humanidad en su aventura sobre el planeta»38, y añade también que el «nudo» del problema es la desunión en la que injustamente han caído las repúblicas hispanoamericanas.
Prosigue hablando sobre las razones de la independencia, comentando un hecho muy ignorado: la natural tendencia hispánica hacia el individualismo que conjunto a la innegable influencia de la revolución francesa y angloamericana y otros factores determinaron la suerte del siglo XIX español. Pero aún insiste en que no va a profundizar en las causas del movimiento independentista diciendo que no es un tema adecuado para un 12 de Octubre.
Resalta que su intención es explicar los rasgos hispánicos de la independencia y por eso dice que llegada la mayoría de edad política de los territorios dominados por España, éstos mismos se convencieron de que ya era el momento de hacer el autogobierno pero que ninguno de los celosos legisladores criollos se esperaba que la contienda trascendería del plano político al campo de batalla y que adentrados en éste último, en el calor de la guerra y al galope del caballo, la situación era ganar o ganar, es decir, que obligatoriamente uno de los dos bandos debía resultar ganador y otro perdedor; este frenesí, ésta euforia por la libertad, era según Pedro Grases un rasgo hispánico.
«Desatada la contienda entre luchadores irreconciliables, no cabía ya otra salida que la victoria de una de las dos partes en conflicto. La cuestión se planteaba en ser o no ser, sin pensar en las graves consecuencias que tan extremada postura implicaba para ambas porciones en pugna. Y en este rasgo creo ver la entraña identificadora del carácter español, incluso en la ferocidad con que se entregaban a la pelea»39. Agrega.
Luego menciona un rasgo hispánico, comentado por Unamuno, sobre aquella vez en la que Bolívar casi planeó invadir España con la ayuda de otros países de Centroamérica y México, dice Don Pedro Grases lo siguiente:
«Por otra parte, cuando se examinan atentamente los textos bolivarianos y se relacionan con los hechos de su biografía resalta de un modo evidente el linaje hispánico de su personalidad como ha sido reconocido por tantos exégetas, en primer lugar por Miguel de Unamuno, a quien no se le puede tildar de mal intérprete del espíritu y genio españoles. Por la formación de Bolívar en Madrid en sus años de juventud al amparo del magisterio tutelar del Marqués de Ustáriz; por su boda con María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, de linajuda familia española; por todo cuanto piensa y escribe en relación con España, hasta legar al propósito de trasladar sus ejércitos a la Península para liberarla del régimen ominoso de Fernando VII; se comprende cuán profundas son las raíces del pensamiento de Bolívar, enlazadas con la tradición y el modo de ser de lo hispánico»40.
Adentrados en el tema de Bolívar, menciona lo siguiente para darle mas base a su postulado de que Bolívar es una figura digna del carácter hispánico:
«Cuando protesta de que el continente se le llame América y no Colombia, rindiendo así homenaje al Almirante de las Indias, en la carta de Jamaica de 6 de septiembre de 1815, está demostrando que su alma sigue fiel a sus ancestros y siente el respeto total a su progenie»41.
Dicho esto, a Don Pedro Grases no le parece alocado que un 12 de Octubre, Día de la Raza o Día de la hispanidad, se exalte a Colón, descubridor de las indias y paralelamente a Bolívar, libertador de las misma. Y no parece alocado, a título personal, decir que Colón fue un libertador ¿libertador de qué? de la esclavitud de estar incomunicados con el viejo mundo, de estar desunidos con las otras partes del dilatado continente y del desconocimiento delo que hasta ahora se sabía de ciencia, industria y política. Y en consecuencia no es aventurado asegurar que Bolívar, a su vez, fue descubridor ¿Descubridor de qué? descubridor de un sinfín de posibilidades políticas a las que el nuevo continente se abría y con las cuales podía ser, si se hacía todo correctamente, el centro del nuevo universo con el que tanto soñó.
El siguiente apartado de la conferencia lleva por nombre «Bolívar, personalidad hispánica». Teniendo de base para ésta afirmación dos hechos: la idea de Bolívar que desde México hasta la Patagonia debía haber la nación de las repúblicas, y la segunda era el principio de soberanía que debía regir las nuevas repúblicas, unidas o no, tenían que estar empeñadas en no ceder una sola porción de tierra a países no-hispánicos para impedir la disolución del avance logrado hasta el momento42.
Luego de esto se introduce otro apartado titulado «El Quijotismo Bolivariano», donde repasa la condiciones quijotescas de Bolívar, para ésta sección Pedro Grases recogió parte del texto de Miguel de Unamuno que lleva por nombre «Don Quijote Bolívar» y dicho texto fue analizado en mi artículo anterior, tomando esto en consideración y por cuestiones de extensión, omito ésta parte y recomiendo leer mi artículo para entender la relación entre el Quijote y Bolívar. Pero me gustaría añadir un fragmento que me gusta de este apartado:
«El joven mantuano, rico, poderoso en su infancia y juventud, bajaba a la tumba en la mayor pobreza por haber servido un ideal. ¿No es eso también hondamente hispánico?»43.
Posteriormente, en el apartado titulado «Bolívar y la Hispanidad», nos da una reflexión sobre la importancia que tiene el ser objetivos y no subjetivos, con la historia y su estudio. Es decir, Don Pedro Grases hace clara mención a la tendencia que han seguido historiadores a tratar la conquista y el proceso fundacional como un periodo de sombrío y abundantes defectos. Pero a su vez condena que hasta finales del siglo XIX, la mayor parte del estudio historiográfico se haya dejado llevar por un romanticismo bobo que exaltó la independencia, no como una manifestación de factores que obedecían la tradición política, el medio físico, las razas o el clima; sino como un movimiento espontáneo que por azares del destino tuvo éxito. Sin embargo concluye Don Pedro Grases que hay una tercera tendencia igual de peligrosa que las dos anteriores, y es la gestada en España luego de la pérdida de los dominios en América; viendo en los americanos no el fruto del proceso de 300 años de intercambio cultural y de nacimiento de nacionalidades, sino como unos traidores que también, espontáneamente, se separaron de la nada y sin causa aparente.
Aún así, reconoce Don Pedro Grases que estas tres tendencias perniciosas han dejado de dominar el escenario historiográfico, o por lo menos al momento de la conferencia, y con el progreso dado por ambas partes, americanos y españoles, habían propicias condiciones para efectuar una gran reconsideración a nuestra identidad y ver en Bolívar una eminencia de lo hispánico.
«Ahí están mis íntimos argumentos para haber hablado, sin sonrojo, del valor hispánico de una figura como Simón Bolívar, entroncada decididamente en una tradición a la que España no puede ni debe renunciar»44.
Finalmente, en el último apartado, «El Equilibrio del Universo», llevando ese título por el término empleado por Bolívar para describir el nuevo orden del mundo luego de las independencias. En este apartado recalca la visión adelantada de Bolívar para ver un nuevo mundo posible, un nuevo universo equilibrado con las naciones que ya clamaban a gritos su madurez política; dice lo siguiente:
«Veía Bolívar en la liberación del continente hispanohablante la futura autoridad que balancease el juego del mando en la tierra polarizado en dos grandes poderes. “El equilibrio del universo” nacería de la libertad del continente americano, con el triunfo de las nacionalidades hispánicas»45.
Y por último, celebrando el 12 de Octubre, recuerda a los oyentes la unidad y hermandad que debe regir entre las naciones hispanoamericanas, y que, si por azares del destino no se ha logrado, es la hora de hacerla tangible y efectiva. Agrega, para finalizar, Don Pedro Grases lo siguiente:
«Y yo me pregunto en ésta fecha de homenaje a la hispanidad, si no nos encontramos en situación semejante (aunque la historia no se repite nunca, cabe sacar lecciones de similitud), ¿no estará reservado al mundo hispánico un papel paralelo para nuestra época? ¿no cabría proponer a la consideración de los estadistas que la fortaleza de la unidad de Hispanoamérica con España, la convivencia inteligente, podría aspirar a ser en nuestro tiempo el factor de “equilibrio del universo”, de que tan necesitado está el mundo actual?»46.
No hay mas nada que agregar sobre Don Pedro Grases ¡Que hombre para el estudio de Bolívar! Defendió el legado de España, exaltó el mismo en Bolívar y se baja triunfante de la conferencia instando a hacer la auténtica hispanidad… ¿Que se puede agregar a este discurso?
Reflexión Final
Culmino así, este artículo, con más orgullo de compartir el gentilicio del Libertador y recordando una verdad que ni a los demagogos ni a los enemigos conscientes de la autenticidad histórica les gusta recordar: A Bolívar no lo baja nadie del podio en que la historia, sus méritos y la providencia lo puso. No importa cuantos pseudo-historiadores modernos saquen nuevos libros reluciendo tales cartas o fragmentos de discursos en aras de crear confusión sobre el Libertador, no importa cuanto los demagogos políticos usen su figura para causas erróneas, no importa el estado actual de la nación que tanto amó; Bolívar seguirá siendo el guerrero, el político, el escritor, el de las visiones adelantadas y hoy ¡El hispano!
Juan Valera: Nuevas cartas americanas. Madrid, 1890, pág. 167.
Palabras presentes en la Carta de Jamaica.
Marcelino Menéndez Pelayo: Historia de la poesía hispanoamericana. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2008, tomo I, pág 262.
Julián Juderías: La Leyenda Negra: Estudios acerca del concepto de España en el extranjero. Salamanca, 1997, pág. 161. Recomiendo dicha obra para hacerse una mejor idea, como americano, de la historia de España y el parteaguas que significó la conquista.
Jesús Antonio Cova: El Superhombre. Caracas, 1985, tomo I, pág. 19.
Diego Carbonell: Bolívar: Cien juicios críticos. Caracas, 1983, pág 324.
Ibídem, pág. 325.
Miguel de Unamuno: «La guerra civil y la raza», en El Liberal. Madrid, 15 de julio de 1920.
Miguel de Unamuno: «El pueblo que habla español», en El Sol. Buenos Aires, 16 de noviembre de 1899.
Eugenio Vegas Latapié: Escritos Políticos. Madrid, 1940, pág 227.
Ídem, pág 227 y 228.
José Gil Fortoul: Historia Constitucional de Venezuela. México, D.F., 1976, vol. III, pág. 321. Para consultar lo que menciona Latapié de la Cámara de Representantes y el Senado véase en la Constitución de 1819 del título sexto, la sección segunda y tercera.
Marius André: El fin del imperio español en América. Madrid, 1939.
Ídem.
José Gil Fortoul: loc cit.
Marius André: ob. cit.
Blas Piñar: «Discurso pronunciado por don Blas Piñar López en la apertura de la Exposición Bibliográfica Simón Bolívar» (Diputación Provincial de Vizcaya, 1960). Puede escucharlo aquí .
Ídem.
Ídem.
Ídem.
Ídem.
Douglas W. Foard, «The Forgotten Falangist: Ernesto Giménez Caballero», Journal of Contemporary History, vol. 10, no. 1 (enero de 1975), pp. 3-18.
Justo como alegó el Libertador el 10 de febrero de 1825 cuando dijo: «Luego, ligando por la mano las repúblicas del Perú y Colombia, daremos el ejemplo de la grande confederación que debe fijar los destinos futuros de este nuevo universo». Manuel Pérez Vila (ed.): Doctrina del Libertador. Caracas, 2009, pág. 223.
Ernesto Giménez Caballero: El genio de Madrid. Conferencia, Auditorio de la Biblioteca Nacional, 24 de agosto de 1953 (Puede escucharla aquí).
Al momento de la impresión del libro Don Ernesto tenía 80 años y todavía le harían falta vivir unos 9 más, para morir el 15 de mayo de 1988.
Ernesto Giménez Caballero: Memorias de un dictador. Barcelona, 1979, pág. 23.
Ídem.
Ibidem. pág. 175 y 178.
Ibidem. pág. 154.
Ibidem. pág. 233 y 234.
Ibidem. pág. 235. En la misma página Don Ernesto dio su opinión sobre la polémica de Vicente Lecuna y Salvador de Madariaga sobre la biografía de Bolívar de éste. Apunta lo siguiente: «Cuando pisé Caracas fue lo primero que me demandaron. ¿Hablará del Bolívar de Madariaga? “Yo creo —respondí— que ya tiene bastante réplica con la de don Vicente en El Nacional titulada Odio español a Bolívar, donde le llamaba a don Salvador incomprensivo, intransigente, falto de información, Pseudo-historiador, infamador, ciego de pasión ...” Me dijeron que llegaron a quemar el Bolívar madariagano públicamente como a un hereje». Sobre la polémica entre Vicente Lecuna y Salvador de madariaga recomiendo este artículo. Y apropósito de Don Vicente Lecuna, Giménez Caballero cuenta que a su conferencia de 1951 asistió Don Vicente y además le da el título de «Cancerbero de Bolívar».
Ibidem. pág. 237.
Manuel Pérez Vila (ed.): Doctrina del Libertador. Caracas, 2009.
Augusto Mijares: El Libertador. Caracas, 1987, pág 101.
Manuel Pérez Vila: La Biblioteca del Libertador. Caracas, 1960, pág. 7.
Manuel Pérez Vila: Biografía de Simón Bolívar: Síntesis biográfica. Caracas, 1968, pág. 16.
Rafael Di Prisco (ed.): Escritos Selectos. Caracas, 1989, pág. 265.
Ibidem. pág. 267.
Ibíd. Si se quiere consultar lo que dijo Miguel de Unamuno sobre el episodio, se puede revisar lo comentado por mí en el artículo dedicado a Unamuno disponible nuevamente aquí.
Ibíd.
Ibidem. pág. 269.
Ibidem. pág. 272.
Ibidem. pág. 273.
Ibidem. pág. 275.
Ibíd.