La Real Cédula de las Gracias al Sacar o los prejuicios de casta en Venezuela (II)
Ensayo sobre las Gracias al Sacar y las clases sociales de la colonia
La reacción del Cabildo de Caracas
No se sabe con exactitud la fecha en que llegó el Arancel de las Gracias al Sacar a la ciudad de Caracas, se cree que debió haber sido antes del 5 de octubre de 1795 porque una copia fue remitida con esa fecha por el Gobernador al Cabildo para hacer público su conocimiento y obediencia. Sin embargo nunca hubo noticia de que en Caracas se celebrase la ceremonia que debía cumplirse para el conocimiento público de un decreto real, por lo cual se supone un extravío —intencional seguramente— del arancel; de otro modo no se explica que no se haya hablado de las Gracias al Sacar en Caracas sino hasta abril del año siguiente1.
El hecho de que ni siquiera los concejales del Cabildo se hallasen reunido para hacer lo mismo que el Gobernador de Maracaibo, es decir, acogerse a la prerrogativa de mandar a suspender la propagación de un decreto real por considerarlo contraproducente a los intereses de la provincia, muestra que desde un principio no solo los miembros de la élite criolla, sino gran parte de la administración pública, estaba predispuesta a no acatar el decreto.
El 14 de marzo de 1796, en un cabildo ordinario, el Gobernador Rafael Alcalde le recordó al Cabildo de Caracas, por petición del Capitán General Pedro Carbonell, que la materia de la Real Cédula de Gracias al Sacar debía debatirse y especialmente varios de los puntos que contenía. Además le encomendó a Andrés de Cires, escribano del Cabildo, que la buscase en los archivo del mismo y, de no encontrarla, se solicitase a Tomás Aguirre y Pedro Jiménez, anteriores escribanos, dar razón del paradero del Arancel. Éstos puntos quedaron expuestos en el acta del cabildo de aquel día.
Este fue, inocentemente, el inicio de la tormenta de actas y representaciones de parte del Cabildo. Firmaron aquella acta: Rafael Alcalde, Gobernador, José Ignacio Rengifo, Alcalde ordinario segundo, los Regidores llanos: Francisco Antonio García de Quintana, Rafael González, Manuel Monserrate, Cayetano Montenegro y José María Muros, el Síndico Procurador General Antonio Ayala y el Asesor del Cabildo, Pedro Manuel Martínez de Porras. No asistieron aquel día Juan José de Berástegui, Alcalde Ordinario primero, José Hilario Mora, Ejecutor interino y los señores Isidoro Antonio López Méndez, Carlos Palacio y Blanco, Francisco Rodríguez del Toro y Valentín de Rivas2.
El avance, sin embargo, fue lento. El 5 de abril se reunió nuevamente el cabildo, de forma ordinaria, pero no para discutir la Real Cédula de Gracias al Sacar, puesto que ni siquiera se había conseguido en los archivos; por lo que el Gobernador Rafael Alcalde mandó al Escribano Agustín Hernández para dar testimonio de la existencia de la Real Cédula de Gracias al Sacar en los archivos del Cabildo o, en su defecto, presentar una copia ante los ingenuamente asombrados cabildantes que daban por extraviado el decreto real3. Por lo que en ésta acta se documenta la llegada del Escribano Hernández.
Cabe aclarar que cada vez era más notoria la indiferencia intencionada de los cabildantes hacia el tema de las Gracias al Sacar, de lo contrario, sería difícil de explicar que en éste cabildo del 5 de abril no asistiesen, nuevamente, Carlos Palacio Blanco, el Marqués del Toro, Isidoro Antonio López Méndez, Valentín de Rivas ni José Hilario Mora.
Finalmente, los cabildantes se reunieron en sesión extraordinaria el 7 de abril, dos días después, donde acordaron que, gracias a que ya el Escribano Hernández había llevado una copia de la Real Cédula de las Gracias al Sacar, y revisados varios capítulos de la misma, se reuniesen, nuevamente, para discutir los puntos de interés particular el jueves 14 de aquel mes. Igualmente resolvieron que citarían a todos los capitulares por papeleta y que, de no asistir, se multaría con 100 pesos aquella falta.
Sorprende como quedó en el aire el asunto de los escribanos Tomás Aguirre y Pedro Jiménez. En la mencionada acta del 7 de abril establece que otro escribano, Pablo Castrillo, dio testimonio de haber dejado un copia de la Real Cédula de las Gracias al Sacar el 5 de octubre del año 1795 y que Aguirre y Jimenéz no daban razón del paradero de dicha copia; por lo cual pidió el cabildo que se siguiese investigando el paradero de dicha copia y, de encontrarse, que se presentara para la sesión fechada para el 14 de abril4.
Si se leen las 3 actas mencionadas en ésta parte se verá que la única persona dentro del Cabildo que puso atención a las Gracias al Sacar y cómo habían sido ignorada por casi un año fue el Gobernador Rafael Alcalde. Este señor fue, en primer lugar, presentó en la mesa un recordatorio de la «extraviada» Real Cédula. Léase el Acta del 14 de Marzo:
En este Cabildo el señor Teniente de Gobernador y Auditor de Guerra y Oidor honorario de la Real Audiencia Don Rafael Alcalde expuso que por el señor Presidente Gobernador y Capitán General se había pasado a este Ilustre Ayuntamiento la Real Cédula de Gracias al Sacar para que en vista de ella se acordase con la reflexión correspondiente lo que juzgase conveniente acerca de los varios puntos que contiene e igualmente hizo presente que dicho Su Señoría el señor Presidente le había insinuado recordase este asunto, como lo había ejecutado antes por su oficio, y enterados estos señores de su exposición dijeron que se solicite en el archivo por el presente Escribano y de no hallarse intime a los anteriores Don Tomás Aguirre y Don Pedro Jiménez dén razón de su paradero, y verificado se de cuenta con ella en el primer Cabildo para que en su vista acordar5.
Supuso inteligentemente Rafael Alcalde que alguna conjura debió haber ocurrido para que no se haya debatido el tema. No por nada le pidió al Escribano Andrés de Cires buscar en los archivos del Cabildo y, de no encontrarlos, pedirles a los escribanos anteriores a él que dieran razón de la localización de la Real Cédula. Por lo que intuimos que el Gobernador, quien también era Oidor Honorario, presentía algo.
Casi un mes después, el 5 de abril, el mismo Gobernador Rafael Alcalde, mandó al Escribano Hernández a dar testimonio de la existencia de la Real Cédula de Gracias al Sacar en los archivos del Cabildo, que aparentemente no fueron encontrados por el Escribano de Cires, y a dejar una copia de la misma. Véase el Acta del 5 de Abril:
En este Cabildo dio parte el portero estar en los corredores de estas casas consistoriales el Escribano Real Don Agustín Hernández, a quien se mandó entrar, y habiendo precedido el recado político, y venía de estilo dejó en él testimonio de la real cédula de diez de febrero del año próximo pasado titulada Gracias al exhibir, y visto por estos S.S. de una conformidad y acuerdo dijeron. Que se de cuenta con ella el jueves próximo después que se haya conferenciado sobre el expediente el matadero general6.
Y ya el 7 de abril, cansado de la lentitud y las trabas puestas intencionalmente, resuelve que el Cabildo debe fijar una fecha para discutir las Gracias al Sacar, cosa que por supuesto hizo, fijando el 14 del mismo mes la fecha. Léase el Acta de aquel 7 de abril:
En este Cabildo el Escribano en cumplimiento de lo mandado en ordinario anterior, y lo que se le previno en acta de catorce de Marzo, dio cuenta con el testimonio de la Real Cédula de gracias al sacar que por orden del S.P.G. [Señor Presidente Gobernador] y C.G. [Capitán General] dejó en esta sala el cinco del corriente el Escribano Real Don Agustín Hernández e impuestos estos Señores de los varios capítulos que comprende, y por su naturaleza merecen toda atención; acordaron se difiera tratar sobre su contenido para el Cabildo extraordinario del próximo jueves catorce del corriente que permiso del Sr. Presidente Gobernador y Capitán General se están celebrando semanalmente, a cuyo fin se cite por papeleta a cada uno de los Señores Capitulares, que indispensablemente concurrirán bajo la multa de cien pesos. Que en atención a informar el presente Escribano ha solicitado en el Archivo y haber intimado a sus antecesores don Tomás Aguirre y don Pedro Jiménez, el testimonio que de la misma Real Cédula asienta el Escribano público, y de Gobernación don Pablo Castrillo haber dejado en esta sala en cinco de octubre del año próximo pasado, que no ha podido ser habida, ni éstos le dan razón de que en su tiempo se hubiere recibido, mandaron se continúe en su solicitud y pudiendo ser habido se traiga a la vista7.
Nótese que tal era el afán del Gobernador Rafael Alcalde que ni siquiera, en los archivos, hay registros de algún proceso judicial hecho contra los Escribanos Tomás Aguirre y don Pedro Jiménez por parte de él o del Cabildo. Sabría, instintivamente, que había una conjura para que no se tratara el tema de las Gracias al Sacar; pero, si intentaba averiguar más sobre qué pasó con el documento original que debió haber llegado a Caracas en algún momento entre el 10 de febrero de 1795, fecha de promulgación de las Gracias al Sacar, y el 5 de octubre del mismo año, fecha de una supuesta copia remitida al Cabildo por parte del Gobernador; se pospondría por más tiempo el debate y la puesta en práctica de dicho arancel, por lo que optó por dejar aquellos escribanos sin amonestación alguna.
El Acta del 14 de Abril
Finalmente llegó el día del 14 de abril. Seguramente asistieron en horas de la mañana al Cabildo, como era de costumbre; en comparación a los cabildos anteriores, donde el desinterés se demostró con la inasistencia, faltaron solo tres personas: El Gobernador Rafael Alcalde, por encontrarse atendiendo un caso criminal, Isidro Antonio López Méndez y Manuel Monserrate.
Nadie imaginaría que el haber ocultado por todo un año una copia de un decreto real de carácter arancelario terminaría con la redacción de un acta que pasó a la historia como la prueba más fehaciente de un orgullo aristocrático feroz de unos cuantos hombres de una aldea ubicada en el trópico. El Acta comenzó como cualquier otra, indicando la fecha correspondiente, invocando a las autoridades correspondientes y nombrando a las personas que asistieron y las que no.
Menciona el acta que los cabildantes, una vez enterados del contenido de la Real Cédula de Gracias al Sacar, tuvieron a la mano las actas correspondientes al 6 de octubre de 1788, éstos archivos son sobre la dispensa de la calidad de pardo de Juan Gabriel Landaeta8; consideraban que era conveniente porque el tema a discutir era similar: los supuestos problemas que podría ocasionar dispensar a un pardo de la calidad de tal.
temiéndose como debe temerse prudentemente se sigan graves perjuicios al Real Erario y fatales resultas al Estado si se lleva á debido efecto en alguna de sus partes señaladamente en las que trata de dispensación de calidad de pardos, y quinterones y distintivo de Don (siempre que sea para tales personas) les parece no solo conveniente, sino obligatorio en fuerza del amor que profesa este I. [ilustre] Ayuntamiento al Soberano y á la patria, y del celo con que debe mirar la conservación de su Real Erario ponerlo presente á la consideración del insignuado señor Presidente para que haciendo el competente informe de S. M. (que Dios guarde) en cumplimiento de sus Reales Leyes que mandan se obedezcan y no se cumplan aquellas que amenazan perjuicio su ejecución, y que acaso, no se hubieran despachado, si se hubieran tenido presente, se excuse, y suspenda la publicación hasta tanto que informado el Soberano, resuelva lo que sea de su Real agrado á cuyo efecto, y para que pueda formarse juicio de los graves daños y resultas que deben temerse, se le pase testimonio de esta acta con inserción de la citada, é igualmente del informe de trece de Octubre del año pasado de ochenta y ocho suplicando á S. M. se denegase al privilegio que pretendieron algunos pardos de esta Capital para contraer matrimonios con personas blancas, y para ser admitidos á los sagrados órdenes9.
La síntesis de ésta parte es que el Cabildo pretendió hacer o iniciar el proceso de suspender la propagación del arancel por considerarla peligrosa para la tranquilidad de la provincia dados los acontecimientos en Coro, tal como hizo Maracaibo. Pero lo cierto es, que éste es el proceso que intentaron omitir en Caracas con el «extravío» del Arancel pero ahora, a fuerza que el Capitán General había intervenido por medio del Gobernador para la clarificación del asunto, era imposible evitar.
El Cabildo específica, además, que le remitirán al Rey una copia de los expedientes de Landaeta y además de los sucesos en Coro para que examine, con mejor lupa, los sucesos y tome un mejor dictamen. Sin embargo, éstos sucesos son totalmente contrarios y parecen no guardar ningún tipo de correlación si se examinan a cabalidad, puesto que ¿acaso los negros de la serranía de Coro luchaban en favor de dispensas, privilegios de hidalguía o el título de Don? Para nada. Luchaban por ideas de libertad a la francesa, que si bien no tenían muy claras, éstas se fundieron con los ánimos levantiscos que habían dentro de esos espíritus, y estalló la revolución en pro de la igualdad y la libertad de los esclavos para proclamar la república de zambos y mulatos, no para nivelarse socialmente sino para liberarse a toda costa.
No obstante, el Cabildo, en su innegable ceguera aristocrática, aunque también acertado por las manifestaciones altivas en aquellas personas, decidió añadir aquellos expedientes para hacerle una idea al monarca de la apretada situación de la provincia. Aprovechó, también, para descargar su desdén contra las clases bajas de la Provincia que hoy podían igualarseles y poner en jaque sus privilegios.
por otra parte, siendo cierto que dispensados los pardos y quinterones de la calidad de tales, quedarían habilitados entre otras cosas para los oficios de República propios de personas blancas, y vendrían á ocuparlos sin impedimento mezclándose, é igualándose con los blancos, y gentes principales y de mayor distinción en la República, en cuyo caso por no sufrir este sonrojo, no habría quien quisiese servir los oficios públicos como son los de Regidores, y todo el resto de todos los que se benefician y se rematan de cuenta de la Real Hacienda perdiendo esta, no solo el ingreso de sus valores, mas también las crecidas sumas de las pujas, que regularmente hay cuando son conservados en el lustre y estimación que hasta aquí excluyéndose de su admisión personas de inferior clase, (que hasta aquí excluyéndose de su admisión) como son los mulatos y quinterones, y sería necesario compeler á los vecinos á servir tales empleos de valde por el beneficio del público, no debiendo esperarse buenas resultas de servicio forzado, motivo porque S. M. se explicó en la ley 94, título 16, libro 2° de la recopilación de Indias diciendo “Que de ninguna persona quiere servirse contra su voluntad”10.
Aquí ya empieza la explicación implícita del argumento del cabildo contra las Gracias al Sacar, éste argumento se nutría de dos fuentes: en primer lugar, los acontecimientos de carácter político, como la insurrección de los negros en Coro, la situación con los emigrados franceses, la matanza de blancos en Haití —de la que después hablaremos— y las dispensas de Bejarano y Landaeta; y en segundo lugar los prejuicios de casta desarrollados por la oligarquía criolla.
En éste último fragmento se detallan los prejuicios de casta, los criollos sostenían la hipótesis de que, al dispensar a los pardos de la calidad de tales y al ejercer éstos los oficios de república, ellos se podrían emparentar con personas blancas y distinguidas y al hacer esto no habría quien quisiera servir en los empleo públicos por el desagrado de ver a los pardos en oficios propios de personas blancas; en consecuencia, la Real Hacienda sufriría un quebranto porque, de acuerdo a ellos, el éxito de la Real Hacienda dependía del «lustre y estimación» de sus funcionarios blancos. Además de que, en vista de ese posible desajuste, habría que obligar a los vecinos blancos a llenar aquellos puestos antes que los pardos, pero, en vista de ser forzado aquel trabajo, sería infructuoso el resultado por la misma razón de ser obligado.
Como paréntesis, en lo personal, sí creemos posible la hipótesis del Cabildo de Caracas pues ésta misma ciudad siempre fue poseedora, como lo apuntó el Libertador, de dos tendencias políticas: los conservadores que por naturaleza eran los más numerosos y eran afectos a las más abyectas tradiciones y leyes de la colonia y, por otro lado, los reformadores que, por lo reciente de las nuevas ideas, eran menos numerosos11. Porque, en cierto sentido y sin ninguna duda, la lucha de las Gracias al Sacar es una lucha entre los liberales de la Casa de Borbón, que tenían que adaptar la vieja monarquía hispánica a los tiempos de la Europa moderna, la Europa que ahora clamaba la igualdad y ajusticiaba reyes, contra los conservadores de Caracas que, por haber sido la capital de la provincia más olvidada, no cambió los prejuicios de casta que en lugares como Perú y México se extinguieron rápidamente.
Regresando al Acta, el Cabildo manifestó también su preocupación por los «suplementos de edad» para ejercer a los empleo públicos, por considerar que a un adolescente le hace falta mucho para desarrollar un juicio completo y por eso alegan que debería revocarse ésta prerrogativa y continuar con las leyes que establecen la mayoría de edad a los 18. Lo mismo sucedió con las dispensas para exámenes de médicos y escribanos con motivos de los fraudes y engaños que pueden surgir de omitirseles aquella prueba.
En resumen, los cabildantes acudieron aquel día para protestar por tres temas del Arancel: las dispensas de pardos y quinterones, los suplementos de edad y la dispensa de exámenes para médicos y escribanos; por lo que al final agregaron lo siguiente en el acta:
acordaron se le haga presente, á dicho Sr. Presidente para que se sirva informar á S. M. la necesidad que hay de negar las dispensas que quedan insinuadas, y no despacharlas en manera alguna, especialmente las que son respectivas á los pardos y quinterones, pues así se logrará el feliz acierto de mantener la provincia en paz y tranquilidad excusando todo motivo de disensiones, turbación en las respectivas clases de la República, y despoblación de la Provincia, que puede originarse de la dispensa de calidad que se les conceda á estas gentes bajas que componen la mayor parte de las poblaciones, y son por su natural, soberbias, ambiciosas de los honores y de igualarse con los blancos á pesar de aquella clase inferior en que los colocó el Autor de la Naturaleza. Desde luego por las razones expuestas, y de las más, con que este I. A. [Ilustre Ayuntamiento] informará por separado á S. M. y puedan considerarse conducentes á impedir una fermentación peligrosa, á lo menos una general variación de pensamientos en los pardos, y en todos los vecinos que con el tiempo ocasione el trastorno del orden público y civil de la provincia en perjuicio de los dominios de S. M. y en general de todos sus vasallos, lográndose de este modo el feliz acierto de mantener en ellos la paz12.
Firmaron el acta Juan José de Berástegui, José Ignacio Rengifo, Carlos Palacios y Blanco13, Pablo Hernández Romero, José Hilario Mora, Francisco Antonio García de Quintana, el Marqués de Toro, Cayetano Montenegro, Rafael González, Valentín de Rivas, José María Muro, Antonio Ayala, Pedro Martínez de Porras. Fíjese que asistieron bastantes en comparación a las primeras sesiones del cabildo, seguramente, por la multa que se le pondría a quien no asistiese, enviada conjunto a la papeleta para congregar a los cabildantes; esto y el enojo del Gobernador Rafael Alcalde logró reunir al cabildo para debatir las Gracias al Sacar luego de tanto tiempo.
¿Qué podemos decir respecto al acta? El acta representa varias cosas estrechamente relacionadas: por un lado es el grito de una aristocracia que teme por sus bienes y privilegios; es la declaración informal de la guerra de castas que veríamos años luego; es la muestra de los prejuicios de casta heredados por los criollos; es el manifiesto de la conciencia criolla y de la preocupación de los criollos por el buen estado de la provincia y, por último, es también un documento que guarda verdades incómodas para los espíritus que ignoran el desenvolvimiento de las razas en nuestro país.
Si se analiza la escritura del acta muestra como pasaron de utilizar un lenguaje cortesano, palaciego y propio de un cabildo al que concurrían hombres civilizados para discutir los asuntos de la provincia; a atacar sin disimulo a las «gentes bajas» que estaban en aquella «clase inferior en que los colocó el Autor de la Naturaleza» y que de negarse cualquier privilegio contra ellas resultaría el «feliz acierto de mantener la provincia en paz y tranquilidad».
Fíjese que, a pesar de que le remitieron una copia al Capitán General y le pidieron que no la archivara, éste asunto suscitaba tanto miedo en los criollos que decidieron enviar por separado una copia del acta directamente a Su Majestad. Sin embargo ésta no sería la última acta del Cabildo, otra salió 7 meses después, el 28 de noviembre del mismo año de 1796 y ésta resulto mucho más extensa que la primera y por ende hay demasiada tela que cortar.
Acta del 28 de noviembre
Ésta acta, aparte de su extensión, sorprende por un desdén más notorio y sin disimulo contra los pardos, mulatos y zambos; pero es también una acta que revela que algo ha cambiado, los criollos se atreven ahora a cuestionar las leyes, argumentar contra los funcionarios peninsulares, pedir la sustitución de personas que trabajan en altas jerarquías del gobierno provincial, dudar de la inteligencia del Rey para legislar y aprobar leyes. ¿No es esto el inicio de algo que trasciende el hábito de la obediencia y la sujeción al orden colonial? ¿puede éste desarrollo de conciencia transformarse en algo revolucionario? Ya lo veremos.
El documento, que en realidad es un informe, comenzó directamente tratando los puntos correspondientes; ya no había oportunidad para sutilidades, era necesario hacerle saber al rey el porqué de la petición de derogar la Real Cédula de Gracias al Sacar, o, cuando menos, los capítulos referentes a las dispensas de pardos y quinterones. Éste fue en realidad el propósito de aquel documento, si el cabildo entendía cómo peligrosa la publicación del arancel, debía exponer sus argumentos para remitirlos al Rey, quien ya tenía el acta del 14 de abril.
Reza el informe de la siguiente manera:
Supone el Ayuntamiento que la dispensación de la calidad de Pardos y Quinterones que ofrece la Real Cédula es capaz de toda la ampliación que recibe la gracia por su naturaleza; y da por hecho que un Pardo dispensado de su calidad queda apto para todas las funciones que le prohíben las Leyes del Reyno, y para todas las que han sido hasta ahora propias de un hombre blanco limpio en estas Indias; de forma que saliendo un Pardo de la clase inferior en que se halla; debe por la dispensación de V. M. tenerse por individuo de la de los blancos.
Este tránsito considerado en la Real Cédula tan fácil que se concede por una cantidad pequeña de dinero, es espantoso á los Vecinos y Naturales de América porque solo ellos conocen desde que nacen ó por el transcurso de muchos años de trato en ella, la inmensa distancia que separa á los Blancos y Pardos: la ventaja y superioridad de aquellos y la bajeza y subordinación de éstos14.
Nos queda claro que la aristocracia criolla entendía a los pardos, mulatos y zambos como gente inferior a ellos, pero ¿por qué? ellos creían, no sólo que la diferencia entre ellos era casi nula, sino que el origen de éstas castas les era característica suficiente como para considerarlos de aquella forma.
Los Pardos, Mulatos ó Zambos (cuya diferencia en la común acepción no es conocida, ó casi es ninguna) proceden precisamente de los Negros esclavos introducidos en esta Provincia para el cultivo de las tierras habiendo hecho la necesidad lícito un arbitrio censurado, antes y detestado hoy como inhumano, y adoptado y patrocinado aquella especie de rigor, aspereza, y separación con que han sido tratados para conservar la subordinación por los mismos médios con que fué establecida, porque es imposible que un hombre se sujete a ser esclavo, si no teme que se le castigue como delito el deseo de recobrar la libertad perdida.
A mas de este infame origen tienen también el torpe de la ilegitimidad, pues raro es el Pardo, Mulato ó Zambo que en esta provincia puede contar con la legitimidad de sus padres cuando él no sea bastardo; y mas raro es aquel que no tiene Padres, Abuelos ó Parientes cercanos que son ó han sido Esclavos ó que tal vez lo están siendo de alguna familia de vecinos, ó Naturales blancos15.
Como mencionamos anteriormente, hay ciertos aspectos de las representaciones y actas que aunque algunas personas les cueste aceptarlos, son totalmente ciertos. Por ejemplo lo que se dice en el informe del origen de los pardos, mulatos y zambos. Se sabe que los mulatos eran los descendientes de blanco y negra, los zambos de indígena y negra y los pardos eran los descendientes de esclavos africanos que se cruzaban con europeos, indígenas o mestizos resultando un color no necesariamente oscuro.
Por lo que sí es cierto que éstas personas tenían como factor común la sangre africana en algunos de sus antepasados, ya sea cercano o lejano. La condición de que los esclavos hayan sido los más desfavorecidos durante el coloniaje, pues su única función era labrar en los campos, hacía que sus conocimientos sobre política y gobierno fuesen nulos y por ende, los mulatos, pardos y zambos, al descender de éstas personas cruzadas con otras, heredaban de aquellos la subordinación sumada a la ignorancia sobre los asuntos de la república de acuerdo al Cabildo.
En cuanto a la ilegitimidad sabemos perfectamente sin necesidad de rebuscar en archivos y documentos que los mulatos, por ejemplo, la mayoría de las veces descendían de la relación extramarital de un español con una esclava, mismo español que la mayoría de las veces se negaba a reconocer a la hija, lo mismo sucedía con los pardos y zambos. No por nada, además, en la Real Cédula de Gracias al Sacar se agregó aquella prerrogativa para dar empleos públicos a los hijos de padres no conocidos, que por lo general abundaban en aquellas castas.
Posteriormente saltó en el informe otro tema que contribuía a la limitación de las «clases bajas» al manejo del gobierno; y era, nada más y nada menos, que la educación.
Si, Señor, los vecinos, y Naturales blancos de esta Provincia elevan á V. M. el sumo dolor y sentimiento que les ha causado ver en la Real Cédula citada abierta la puerta para su deshonor y lo que es mas digno de llanto, franqueada la ocasión para que entren á influir en el gobierno público unos hombres de infame y torpe linage, faltos de educación, fáciles de moverse á los mas horrendos excesos y de cuya fiereza propia de sus mismos principios y de su trato, solo pueden esperarse movimientos escandalosos y subversivos del orden establecido por las sábias Leyes que hasta ahora nos han regido16.
Si se piensan las cosas objetivamente, resulta inverosímil pensar que un pardo, zambo o mulato, que lastimosamente crecían en circunstancias que apenas les enseñaban a ubicarse jerárquicamente dentro del sistema que los regía, pudiese aspirar a un cargo público17. Esto se refuerza sabiendo que si para los criollos la educación era bastante deficiente en varios sentidos, véanse las críticas de Simón Rodríguez y el Licenciado Sanz, poco se podía esperar de la «educación» que recibían aquellos.
Ciertamente, por otro lado, el cabildo temía que los pardos, que ahora estaban demostrando agilidad para moverse dentro de las instituciones, por su condición de ser más numerosos, formaran una cuarta clase si se les daban los privilegios de una persona blanca por medio de la dispensación. Pero se creía, a su vez, que de la concesión de dichos privilegios, ellos formarían una revolución para aspirar a más jerarquía o riqueza, atentando contra los «vecinos blancos» y, por su naturaleza, sería muy violenta y costaría muchas vidas aquella temida lucha.
porque no contentándose con las gracias que ahora se les conceden y poco satisfechos del desdén con que han de ser siempre mirados á pesar de toda la fuerza de ellas, intentarán mayores cosas y se abrirán paso con la violencia a todas sus pretensiones, ó para contenerlos harán necesarios los castigos, lástimas y desastres.
Así es que no puede dudarse que la ejecución de la Real Cédula ha de fomentar los altivos pensamientos de los Pardos, y motivar una nueva constitución diametralmente contraria y de funestas resultas, formándose en la América una cuarta clase de miembros cuya contínua lucha lejos de mantener en equilibrio la lealtad por los recíprocos celos de unos, y otros la debilitará con el general descontento introduciendo el desorden propio de la división18.
Como se evidencia, los criollos temían dos cosas fuertemente relacionadas: una revolución armada o la formación de una cuarta clase de pardos dispensados, una podía llevar a la otra, pero creemos que de suceder, primero se daría una revolución por el grueso de los pardos que no sabían o no entendían que ahora podían dispensarse de su calidad y reclamarían por las armas sus privilegios. La formación de una clase de pardos privilegiados era posible, pero no muy propicia a suceder, tomando en cuenta la ignorancia de muchos de los pardos dentro del país; eran reducidos los casos de los que entendían qué era una dispensa y por eso no sorprende que se contaran solo ocho solicitudes de dispensaciones de calidad durante toda la vigencia de las Gracias al Sacar19.
Por lo que en realidad lo que temía el que cabildo era que esos pocos pardos que lograban igualarse a los blancos abrieran una brecha para que los otros pardos, que eran casi el 39% de la población20, también se igualaran y rompieran con la distancia que antes había entre ellos y los mantuanos. O la otra posibilidad era que los pardos que no lograban o no entendía cómo dispensarse, por su facilidad de «moverse a los más horrendos extremos», terminaran por tener un recelo contra los criollos y los pardos privilegiados, iniciando eventualmente una revolución violenta. Fuera lo que fuere, se esperaba una revolución violenta.
Aclarado éste punto, hay que hablar necesariamente de las distinciones de entre los pardos, porque no se puede igualar a un Diego Mejías Bejarano o un Juan Gabriel Landaeta con cualquier otro pardo que difícilmente comprendía el orden que lo regía. Y aquí viene el gran descubrimiento para los espíritus que creen que los criollos eran los únicos que oprimían a las «clases bajas»; los pardos beneméritos, como se les conocía a los poquísimos pardos ilustrados que tenían dinero, educación y cierta jerarquía en las milicias, practicaban la endogamia puesto que no querían mezclarse con «gente de inferior calidad», figúrese que en un momento determinado llegaron a expulsar a un zambo de las Milicias por no ser «legítimamente pardo» sino zambo21. Luego clarificaremos más este asunto.
Por lo pronto regresemos al informe. Sumado a la Rebelión en Coro, la matanza de blancos en Haití y cualquier otro evento ya sea exterior o interior, estaba que, 32 años atrás, el Rey les había ratificado a los pardos su fuero militar, o sea, las famosas milicias de pardos, que también causaron polémica a medida que avanzaba el siglo XVIII. Nos atrae el hecho que, a pesar del tiempo transcurrido, los criollos todavía consideraban peligroso aquel órgano militar puesto que a los pardos, anterior a la existencia de las milicias, tenían prohibido usar uniformes, llevar espada, usar bastón y relucir dragonas pero hoy podían hacerlo con toda tranquilidad.
No solo viene el mal de la falta de noticia con que regularmente llegan á la América los Europeos poseedores de los primeros empleos, ni de la preocupación ó prevención que traen sobre el carácter de los vecinos y naturales y las circunstancias interiores del país de que jamás se instruyen con aquella perfección é imparcialidad que necesita el que ha de gobernar con acierto, sino también de la mano y poder que se han adquirido los Pardos con el establecimiento de Milicias regladas y dirigidas por Oficiales de su misma clase en lo económico: máxima que se adoptó por bien fundada y que la experiencia va manifestando que ha de venir á ser la ruina de la América, porque no siendo capaces de resistir á la invasión exterior de un enemigo poderoso y sobrando las de Blancos para contener la esclavitud y mantener la paz interior del país, solo sirven aquellas para fomentar la soberbia de los Pardos dándoles organización, Jefes y armas para facilitarles una revolución, y de confundir las personas, como que muchas veces adornado un oficial de su uniforme, dragonas y espada con un poco de color en la cara se usurpa obsequios equivocados que elevan sus pensamientos á otros objetos mas altos: y entretenidos en las ciudades y pueblos con el motivo del ejercicio y disciplina militar se desdeñan de cultivar los campos, abandonan la agricultura á solo el trabajo de los Blancos y Negros esclavos y confían su subsistencia á las artes mecánicas en que al paso que son árbitros del precio de sus obras, nunca procuran afinarse y en la vejez ó en cualquiera otro impedimento se entregan á la ociosidad, á la mendicidad y á la miseria22.
Quien tenga una buena comprensión de lectura, se dará cuenta que al inicio el cabildo menosprecia la labor de los oficiales peninsulares, pero aquello se tratará más adelante. Con lo que respecta a las milicias de pardos, sabemos que el miedo de los criollos era que ahora la «gente inferior», aparte que empezaban a moverse con más sagacidad en las instituciones, se le estuviese dotando de armas y conocimientos militares para perpetrar una revolución o los «movimientos escandalosos y subversivos del orden» que mencionaban hace un rato.
Sumado a que creían, sin equivocarse, que el hecho de conquistar puestos en las milicias iba a ser que los pardos se llenasen de una suerte de orgullo o sentimiento de preponderancia por aquellos logros, cosa que le sucede a cualquier ser humano al conseguir jerarquías altas y más si es excluido por largo tiempo de cualquier grupo. Pero, de darse éstos pensamientos levantiscos, teniendo facilitadas las armas y el conocimiento militar, nada les costaría iniciar una guerra de colores.
Critican también, cómo los pardos, en supuesto afán de alistarse en la milicia, descuidan la agricultura entregando aquella labranza propia de ellos a los blancos y esclavos; ésto nos parece inverosímil sabiendo que cuando fue ratificado en 1763 el fuero militar de los pardos, tenía a penas habían 1.500 soldados23 por lo que se infiere que, si bien el número de éstos sí se fue incrementando paulatinamente, siempre había otro gran número de pardos que no estaban en el ejercicio militar y era precisamente porque ellos eran la mayoría de la población.
Reanudando el acta, el cabildo aprovecha la oportunidad para denunciar los «pleitos» que son causados por quienes guardan posturas divergentes sobre los pardos.
También es verdad que hay muchos pleitos promovidos por Pardos que pretenden acreditar que son Blancos; pero á este desorden, de que hay muy pocos ejemplos del año de 1790 para atrás, ha dado causa el oidor Don Francisco Ignacio Cortínez que teniendo poderosos particulares motivos para abonarlos por su atrevimiento, es declarado protector de ellos con tal ardor y eficacia que comunicó sus ideas á Don Rafael Alcalde teniente de Gobernador de esta Provincia que siguió ciegamente sus pasos y modos de pensar en la materia: y seduce á los otros Ministros de la Audiencia para que así mismo los protejan persuadiendolos con informes calumniosos que apadrina bajo el pretexto del conocimiento que supone haber adquirido en el dilatado tiempo que sirve aquí, con que consigue por una especie de desprecio de los vecinos limpios y honrados, manifestar en los decretos y sentencias tal adhesión á los Mulatos, que públicamente se hace burla y escarnio de ellas, por la injusticia y temeridad de declarar Blancas, ó en posesión de tales á personas tenidas y reputadas por Pardas sin embargo de las representaciones de este Ayuntamiento, y de las de las ciudades de la Provincia; dando ocasión con tal descaro á que se pierda el respeto á la pública autoridad, propalándose en las casas, y calles los motivos indecentes de semejante patrocinio, y teniéndose al expresado Cortínez por autor de pretensiones tan repugnantes, y de la ruina del orden de las familias, sobre lo qual está entendido este Ayuntamiento que el Presidente Gobernador y Capitán General ha informado á V. M. muchas veces24.
Este era el estado convulsionado de la provincia. Con funcionarios peninsulares prestos a favorecer a las clases bajas, una élite criolla intransigente ante el cambio y una masa de pardos que ahora estaba tomando más relevancia en la política. El Cabildo, entonces, luego de exponer sus razones por las que considera que la exclusión de los pardos de la dirigencia de la provincia es venturoso para los «intereses de S.M.», se aventura a dar predicciones sobre lo que pasaría si se cumpliesen con las dispensas señaladas:
Hormiguearán las clases de estudiantes Mulatos: pretenderán entrar en el Seminario: rematarán y poseerán los oficios concejiles: servirán en las oficinas públicas, y de Real Hacienda: tomarán conocimiento en todos los negocios públicos, y privados: seguirá el desaliento, y el retiro de las personas Blancas, y decentes: animará á aquellos su mayor número: se abandonarán éstos á su pesar y desprecio: se acabarán las familias que conquistaron y poblaron con su sangre, y con inmensas fatigas la Provincia: se olvidarán los nombres de aquellos leales vasallos que han conservado con su lealtad el dominio de los Reyes de España: hasta de la memoria se borrarán sus apellidos: y vendrán los tristes días en que España por medio de la fuerza se vea servida de Mulatos, Zambos, y Negros, cuya sospechosa fidelidad causará conmociones violentas, sin que haya quien por su propio interés y por su honra, por su limpieza y fama exponga su vida llamando á sus Hijos, Amigos, Parientes, y Paisanos para contener á la gente vil, y defender la causa común y propia25.
Luego de esto, rompe en llanto el cabildo al ver que todo lo que se ha construido, todos sus privilegios, todo por lo que sus antepasados habían luchado, se vendría abajo por la simple cantidad de 500 reales de vellón.
Inexplicable es la conmoción que siente el corazón al anunciar consecuencias no menos dolorosas que justamente temidas: y las lágrimas se asoman á los ojos fervorizado el espíritu con la consideración de tiempos tan funestos: ¿Es posible que han de confundirse los Vasallos limpios, distinguidos y honrados con unos hombres de linaje vil y detestable? ¿Qué delito han cometido para que se crean otros nuevos, cuya fidelidad siempre ha de ser vacilante ? ¿y ha de creerse que la intención de V. M. es entregar la confianza y dejar la seguridad de los derechos á unos hombres que léjos de mirar hacia España como al centro de su felicidad han de fijar su vista en los obscuros habitantes del África, de donde proceden para protegerlos, y sublevarlos contra los españoles de quienes dicen que han recibido mil agravios? ¿Podrán acaso ser mas fieles los Blancos nuevos que los Viejos? ¿Por ventura procurarán el bien de España aquellos de origen Africano, que éstos de origen español? ¿Quién ha llegado á persuadirse tan erradamente que los Pardos no miran á los Negros, de quienes traen el defecto, con una inclinación odiosa á los Blancos, á cuya clase únicamente aspiran por ultraje y menosprecio de éstos? Los Mulatos ven á los Negros con afecto, á los Blancos con tedio26.
Finalizado el lamento de los cabildantes, inicia lo que podríamos denominar la segunda parte del informe. Para no extendernos más de la cuenta, haremos un resumen de ésta parte. El argumento del cabildo era que si bien se oponían a dispensar a los pardos por las cuestiones expuestas anteriormente, no era su deseo hacerlo pero que el rol que fungían los pardos y mulatos en la sociedad era otro motivo, superior al de origen y legitimidad, como para exceptuarlos de éste deseo de gozar mancomunadamente de los «beneficios sociales».
El cabildo expuso que los pardos que vivían en ciudades y villas eran los que no contribuían en nada a la sociedad, son los que «viven sin trabajo, los que gozan del descanso, los que disfrutan del beneficio sin responsabilidad, los que no contribuyen nada al Público y Real Hacienda», como reza ésta parte del informe. Explicaban que la mayoría de los pardos estaban alistados en las milicias, y que dicho fuero militar los eximía de la vigilancia de los alcaldes ordinarios, que eran los únicos que podían hacer algo para mejorar su conducta, puesto que los jefes militares estaban más interesados en los ejercicios doctrinales y en que no se les juzgase a sus soldados por cualquier agravio cometido.
En este sentido, las milicias de pardos se convirtieron en el lugar al que se protegía a los pardos de ser juzgados por su desorden o los crímenes que llegasen a cometer. Además que, fuera de los ejercicios de la milicia, solían vagar y dedicarse únicamente al ocio. Por otro lado, los pardos se dedicaban a los oficios de herreros, carpinteros, plateros, sastres, albañiles, zapateros, carniceros, matarifes, y otros mecánicos; si bien esto no era malo, porque este era el rostro humilde y trabajador de aquella clase, alegaba el cabildo que aquellos trabajadores laboraban sin horario específico, poniendo el precio que considerasen a sus obras y, en consecuencia, engañando al público27.
Y, peor aún, no contribuían a la Real Hacienda con la renta que les correspondía. Éstas eran razones suficiente para que se les tildase con los más bajos insultos que hemos visto. El Cabildo declaró. sin embargo, que era imposible negar la existencia de comarcas de pardos que sí pagaban sus impuestos y contribuían a la sociedad, pero que lamentablemente la mayoría se desdeñaba de no hacerlo.
En contraste, aquella masa desempleada de las ciudades no miraba que podían hacer más y mejor en el abandonado campo. El Cabildo afirma que estaría dispuesto a facilitar el movimiento de los pardos al campo para que puedan labrarlo y sacar todos un provecho común; pero que dada su ociosidad en los cuarteles de los batallones en las grandes ciudades, no son capaces de concebir ésta posibilidad.
Por eso la solución propuesta por el Cabildo fue que no se les diese privilegios por una mísera suma de dinero sino que, antes bien, ponerle precio fijo a sus obras, establecer un horario justo de trabajo y movilizar a la gran masa de los pardos citadinos hacia el campo para que dejasen la vagancia y produjesen una renta de la que ellos podrían sacar un beneficio. Y, bajo este sistema, era mejor y más fácil recompensar a los pardos notables que se esmeracen en el cultivo de la tierra, resaltaran entre los demás por la excelencia de sus trabajos o que sobresalieran en la milicia
No es el remedio de estos males fomentar la altivez de los Pardos, y el odio que profesan á los Blancos dispensándoles su calidad, sino obligarlos á que trabajen en los campos: que no vivan ociosos en las Ciudades: que se arreglen sus oficios, poniendo tasa á sus obras: y que se les retire de toda ocasión que despierte sus pensamientos altivos; pero esto no podrá conseguirse si V. M. movido de su paternal amor á sus Vasallos de América, de la gloria de la Nación Española, de la generosa confianza en la lealtad americana, y del celo santo de la Religión Christiana no toma la noble resolución de empeñarse en que los Magistrados dejando á un lado los odiosos motivos que hasta hoy, y nunca mas qua ahora, han separado los miembros de este cuerpo aplicándose al estudio y ejecución de las Leyes en lo que permiten las circunstancias actuales: y dedicándose de veras á la administración de una justicia imparcial que mantenga en paz y haga felices á los Vasallos: promuevan la reducción de las Milicias de Blancos, y de Pardos á compañías sueltas para servirse de ellas en las ocurrencias de turbaciones interiores: apremien á los Pardos á que trabajen y cultiven la inmensidad de terrenos feraces que en esta Provincia tiene incultos y solitarios la inacción y la ociosidad de tantos brazos: y velen sobre la conducta de todos como verdaderos Padres de la Patria28.
El acta termina, primero con unas protestas firmes contra la Real Audiencia, de las que ya hablaremos, y luego con la reinserción de los archivos de Bejarano y Landaeta para que el Su Majestad los tomase en cuenta y tal vez dictase la resolución tan esperada por los ediles caraqueños: la derogación de las Gracias al Sacar y la sustitución de los ministros de la Real Audiencia de Caracas.
El informe pasó a la historia con las firmas de Juan José de Berástegui, José Ignacio Rengifo, Carlos Palacio y Blanco, José Hilario Mora, Isidoro Antonio López Méndez, El Marqués del Toro, Cayetano Montenegro, Rafael González, Juan Bautista de Echezuria, Antonio Ayala y Pedro Martínez de Porras.
El largo manuscrito confeccionado aquel día en la Sala Capitular de Santiago de León de Caracas llegó a su fin. Es un canto desesperado de una aristocracia que teme por sus privilegios pero, más allá de esa injusta reducción, guarda hechos innegables, predicciones para nada desacertadas y la prueba de que los criollos ya concebían la independencia política y el gobierno propio incluso haciendo cosas tan inverosímiles como invocar a Dios Todopoderoso para el cuidado de Su Majestad y su reinado.
El acta del 28 de noviembre y la Conciencia Criolla
Nada más erróneo que afirmar que la independencia fue un movimiento surgido de la noche a la mañana o el resultado de un pensamiento espontáneo en la población. El término conciencia criolla se puede definir como aquel pensamiento de autonomía y deseo por el manejo propio de los asuntos de la provincia desarrollado por la mayoría de los integrantes de la élite criolla; ellos eran los únicos con acceso a la educación, eran descendientes de los conquistadores y pobladores de ésta tierra, eran los que tenían reservado el monopolio intelectual, eran los que por su inteligencia y habilidad en los oficios de república controlaban el cabildo y las instituciones provinciales; en fin, los llamados a iniciar la revolución.
Créase o no, el acta del 28 de noviembre contiene ciertos fragmentos que se omitieron en la parte anterior, para tratarlos en ésta sección, por ser muestras de que incluso 14 años antes de la revolución la existencia de la conciencia criolla era un hecho real. Si bien, éste no es el origen de la misma, sí es un precedente importante, de los tantos que hay, y que debe ser tomado en cuenta para quien desee estudiar la etapa pre-independencia29.
Yendo directamente a lo que nos compete, iniciando el informe ya mencionado, el Cabildo alega lo siguiente:
El Ayuntamiento de esta Ciudad cree como cosa positiva que la ejecución de esta Real Cédula es peligrosísima y de consecuencias muy fatales a V. M.y á sus Vasallos: y aunque es difícil y aventurada la investigación de los motivos que tienen los Soberanos para dictar sus Leyes que siempre se presumen meditadas y justa, todavía es tanta la prudencia con que se procede en materias de esta delicadeza, que se quiere y permite que los Vasallos propongan los embarazos y dificultades que pueden impedir que se ejecuten y los fundamentos y razones que convencen que deben borrarse y olvidarse para evitar los males que causa aun la memoria de haberse pensado en ellas30.
Esto nos abre las siguientes dudas ¿Quiénes son unos cuantos nobles de la América meridional para determinar qué es o qué no es fatal para el Rey y sus vasallos? ¿por qué quisieran hurgar entre los motivos con que el Rey legisla sus leyes? ¿de cuándo a acá algunos miembros de la nobleza osan con cuestionar las leyes del Reino? ¿Cómo es posible que unos cuantos criollos de una olvidada provincia quieran revertir un decreto real? ¿no saben ellos que la voluntad del Rey es la mima de Dios por ser un emisario de éste?
Sí lo saben y lo entienden, pero, dado el modo en que se ha desarrollado esa oligarquía, el abandono de la provincia y el momento crítico, parece que se han olvidado esos preceptos por el afán que los mueve a preservar la tranquilidad de la provincia y, en estrecha relación con ésta, sus privilegios.
Por otro lado, el abismo entre europeos y americanos parece ahondarse más con las siguientes declaraciones hechas por los cabildantes:
Esta desgracia [el ascenso de los pardos], orígen de otras muchas en la América, viene precisamente de la falta de conocimiento con que los mas de los empleados Europeos arriban á ella prevenidos contra el carácter de los Naturales y Vecinos blancos, y preocupados de falsas y contrarias ideas de lo que en realidad es el país; y no pudiendo discernir los objetos con imparcialidad y rectitud cualquiera demostración se equivoca y mal entiende, á pesar de ejemplos y experiencias31.
(…) No solo viene el mal de la falta de noticia con que regularmente llegan á la América los Europeos poseedores de los primeros empleos, ni de la preocupación ó prevención que traen sobre el carácter de los vecinos y naturales y las circunstancias interiores del país de que jamas se instruyen con aquella perfección é imparcialidad que necesita el que ha de gobernar con acierto32.
(…) Los Españoles Europeos que no son vecinos juzgan necesario para vivir, ocupar los empleos y sobre este pié se mantienen vagando hasta que se acomodan con preferencia á todo otro mérito: los Españoles Americanos ó vecinos se destinan á la labor de los campos sufriendo las fatigas y tareas de esta ocupación ó pasan debilitando sus fuerzas y talentos en la ociosa vanidad y corrupción de las ciudades ignorantes de su interés, y víctimas del desprecio33.
(…) Si se solicita el orígen de este desorden [el ascenso de los pardos] se encontrará sin disputa en la falta de cumplimiento de las Leyes y en el poco interés que toman por el país los que están destinados á ejecutarlas. A los principios regularmente se ignoran y no hai aquel conocimiento que se necesita para ponerlas en práctica; y quando ya se saben, impide á los Magistrados aquella natural flojedad con que mira el hombre los intereses ajenos y de un país en que solo se halla transeúnte y á que solo se condujo por el deseo de adquirir bienes suficientes para concluir su carrera en su propio país ó en otra parte y, es tan sensible esta expresión que muchas veces se escapan á los mismos Europeos expresiones que la aseguran manifestando su desaplicación ó dificultad en ordenar las cosas, y remediar los males, sin otro motivo que el de no tener necesidad de permanecer aquí y de que habiendo de dejar la América, importa poco su destrucción34.
Es decir, ahora los criollos consideran al funcionario venido de la península como un hombre que ignora las condiciones de la provincia, se preocupa más por las ideas que trae de afuera que por el estado del lugar donde llega, no sabe diferenciar entre lo oportuno y lo contraproducente para la capitanía, comete errores en la legislación, es más propicio a ejercer un juicio parcial e incompleto y en consecuencia, aquellos funcionarios que, hacen énfasis los criollos, «no son vecinos», hacen un mal gobierno y una terrible ejecución de las leyes. Entonces, si ellos no hacen una buena gestión ¿Quién lo haría? la respuesta, antes que serla en sí misma, se asomaba como un posibilidad: la de ejercer la gestión ellos mismos.
Y por si fuera poco, lo peor para los ojos de los criollos es que el español de la península considera la provincia, el lugar que ellos entendían el mejor de América35, como una morada transitoria, un lugar al que tan rápido como se llega se va una vez conseguida la riqueza o el provecho necesario para completar su carrera en otro país o en la península; mostrando así una incapacidad enorme de hacer una buena gestión para el mejoramiento de la provincia.
Aparte del casi justificado menosprecio a las autoridades venidas de la provincia, ésta otro hecho más grave aún que nos muestra la autosuficiencia y holgura con que los criollos gozaban para, años luego, aventurarse a separarse de España. El Cabildo manifestó un odio sin tapujos contra la Real Audiencia de Caracas constituida en 1786 y, específicamente, contra el Oidor Francisco Ignacio Cortines, quien era sevillano y había llegado a Venezuela en 1779 con el cargo de teniente de gobernador y auditor de guerra para ser nombrado en 1787 oidor en la Real Audiencia36.
De Cortines dicen lo siguiente:
También es verdad que hay muchos pleitos promovidos por Pardos que pretenden acreditar que son Blancos; pero á este desorden, de que hay muy pocos ejemplos del año de 1790 para atrás, ha dado causa el oidor Don Francisco Ignacio Cortínez que teniendo poderosos particulares motivos para abonarlos por su atrevimiento, es declarado protector de ellos con tal ardor y eficacia que comunicó sus ideas á Don Rafael Alcalde teniente de Gobernador de esta Provincia que siguió ciegamente sus pasos y modos de pensar en la materia: y seduce á los otros Ministros de la Audiencia para que así mismo los protejan persuadiendolos con informes calumniosos que apadrina bajo el pretexto del conocimiento que supone haber adquirido en el dilatado tiempo que sirve aquí, con que consigue por una especie de desprecio de los vecinos limpios y honrados, manifestar en los decretos y sentencias tal adhesión á los Mulatos, que públicamente se hace burla y escarnio de ellas, por la injusticia y temeridad de declarar Blancas, o en posesión de tales á personas tenidas y reputadas por Pardas (…) dando ocasión con tal descaro á que se pierda el respeto á la pública autoridad, propalándose en las casas, y calles los motivos indecentes de semejante patrocinio, y teniéndose al expresado Cortínez por autor de pretensiones tan repugnantes, y de la ruina del orden de las familias, sobre lo qual está entendido este Ayuntamiento que el Presidente Gobernador y Capitán General ha informado á V. M. muchas veces37.
Es decir, dándole la razón al cabildo, Cortines es quien secretamente había iniciado desde su llegada toda ésta revolución igualitaria despreciando a los «vecinos blancos», razón suficiente para ganarse su desprecio, y entendiendo a ciertos pardos como personas blancas e instando a otras autoridades a hacerlo; desencadenando así una ola de chismes y burlas hacia la autoridad.
No satisfechos con ésto, al final del informe, luego de exponer las soluciones propuestas al Rey que ya mencionamos, le aclaran a éste que dichas soluciones no se darán sino en la medida que se reemplace a los oidores de la Real Audiencia y con particularidad a Cortines, a quien ya acusaron de ser el autor de todos los pleitos con los pardos que acreditaban ser blancos.
Si bien debe confesarse a V. M. que es imposible conseguir el orden y arreglo que este Ayuntamiento desea para conservación de estos Dominios, gloria de V. M., y felicidad de sus Vasallos de América sin la renovación de los Ministros que actualmente componen esta Real Audiencia odiados generalmente del Pueblo, y con especialidad el Oidor Don Francisco Ignacio Cortínez, cuyo desafecto á los Vecinos y Naturales del país se manifiesta frecuentemente particularizando á las personas de distinción38.
Aquí se presenta otra querella por parte de los criollos pero ésta vez contra la Real Audiencia y, específicamente, con Cortines. Los alegatos, para resumir, eran los siguientes: la Real Audiencia y sus funcionarios eran considerados por los criollos, y buena parte del pueblo, como los causantes de todos los perjuicios que se sufrían en la provincia, y además los criollos creían que la Real Audiencia fue impuesta para menoscabar las potestades y competencias del Ayuntamiento, el órgano que manejaban para defenderse y en el cual basaban su poder aristocrático, de igual forma, agregan que los ministros de la Real Audiencia protegen a los mulatos, pardos y «toda gente vil», menospreciando a los vecinos blancos y «limpios».
Ante éstas circunstancias, el cabildo sugirió lo siguiente:
Es pues uno de los mayores beneficios que V. M. puede hacer á esta Provincia quitar de aquí á estos Ministros, cuyas ideas y máximas (cuando en su conciencia no sean delincuentes) son en efecto perniciosas al buen orden, seguridad delos derechos, y á la administración de la justicia39.
El solo de hecho de que ahora los criollos quisiesen pedirle al Rey la sustitución de los funcionarios de la Real Audiencia porque éstos velaban por su «ultraje» y dada su protección a las «clases inferiores» se habían «multiplicado las disensiones y discordias» y crecido «los costos de los pleitos»40; es sinónimo de que ellos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para salvaguardar la tranquilidad y paz de la provincia, y, por consiguiente, sus privilegios.
Para culminar, el Ayuntamiento hace énfasis en que el estado caótico en que se haya la provincia obedece la carencia de buenos funcionarios públicos y que la Real Audiencia, cuando se presenta alguna contrariedad, en lugar de hacer un esfuerzo colectivo por la resolución de la problemática, antes bien, opta por «imputar la culpa á este Ayuntamiento acusándole de omiso en el cumplimiento de sus obligaciones»41. Pero vuelve a aclarar el Ayuntamiento que los contratiempos se originan del aparente aborrecimiento de la Real Audiencia para con el cabildo, «contrariando siempre sus proyectos y ultrajandolo con expresiones duras, y tal vez indecorosas».
Concluye diciendo que: «á fin de que cesen las sediciosas discordias y multitud de enredos de esta Provincia, salgan de ella los Ministros que actualmente componen la Real Audiencia, cuyo lugar pueden ocupar otros celosos del interés de V. M. y del honor y bienes de los Vecinos, y Naturales de este país que bendecirá á V. M. por tan importante Beneficio».
En retrospectiva, el Ayuntamiento de Caracas el informe de aquel 28 de Noviembre no es solo una protesta contra unos cuantos pardos que aspiraban a altas jerarquías sino que, además, es una muestra de que los criollos, los primeros interesados en mantener las autoridades reales, estaban empezando a contrariarlas por el modo con que ellas han estado favoreciendo a las «clases bajas», olvidándose no solo de los «vecinos blancos y honrados» sino también del estado de abandono del país.
Si se lee bien el informe, con la disposición e inteligencia suficiente, nos daremos cuenta que los criollos invocan repetidamente a la «Provincia» que estaba siendo afectada por los funcionarios peninsulares y podía recibir aún más daño de aprobarse el Arancel de las Gracias al Sacar. Igualmente, proponen a Su Majestad no exageradas soluciones como las de poblar y labrar el campo para producir beneficios sociales, establecer jornadas de trabajo para los pardos, hacer que éstos paguen sus rentas a la Real Hacienda, hacer revisión a los trabajos que están realizando los funcionarios peninsulares, denunciar los fallos de éstos y, en general, cualquier tipo de alegato para mejorar la condición de la provincia. Exponen siempre el «triste estado en que se haya la provincia», y denuncian los males que la acechan con ansia de solventar dichas calamidades.
Es increíble como con tanta sagacidad vieron los criollos los problemas de la Caracas de aquel momento y lo que estupefacción produce es que hayan propuesto soluciones a problemas que tanto nos carcomen en la actualidad; tales como el desbalance poblacional, el abandono del campo, el decaimiento de las instituciones militares y el cambio que debía darse entre alagar a las personas que no hacen en nada en pro de la provincia y premiar a los que sí lo hicieran.
El apego a la provincia y el celo intransigente, casi fanático, de los criollos por el mejoramiento de la misma atendía dos factores relacionados a su origen. Bien es sabido que el «criollo» era el descendientes de españoles en América, los antepasados de la élite que hoy hablamos eran en su mayoría los primeros conquistadores y pobladores llegados a ésta parte del Nuevo Mundo. Esto implica que, como lo dice Augusto Mijares, se sentían «legítimos dueños del país»42 porque todos sus ascendientes habían pasado por un sinfín de penalidades y de trabajos para componer el firmamento que hoy pisaban, por lo que, como una de esas leyes naturales de la conducta del género humano, debían defender esa tierra que se les había heredado y velar por su buen estado.
El otro factor que causó ésta separación de peninsulares y criollos, a pesar de de venir técnicamente de una misma latitud, fueron las características de la raza española43. La raza española posee, por un lado, lo que Ángel Ganivet denomina el poder de caracterización, «un suelo que nosotros pisamos —dice el mismo autor— recibe pronto la marca de nuestro espíritu, y con ella la fuerza fundamental en la constitución del Estado: el carácter territorial»44. Y un elemento de ese espíritu es el individualismo propio de los españoles, pues basta solo con ver la historia de España para darnos cuenta de la importancia de éste factor en la misma, la tendencia disgregativa de la organización política, la preponderancia durante buena parte de la edad media y moderna de las comunidades, conventos y fueros, la grandiosa estructura del municipio dentro del absolutismo, las guerras de guerrillas, la actitud de las excelsas personalidades hispánicas al momento de guerrear y, sin irnos tan lejos cronológicamente, la fuerza con que Cataluña y el País Vasco defienden hoy sus deseos de independencia45.
Y nada expresa mejor el individualismo español que el modo en que se conquistó la mayor parte de éste continente: pequeñas expediciones de 50 a 100 hombres con cartas forales para descubrir nuevas tierras, fundar ciudades, establecer instituciones y aprehender esclavos ¿Que más individualista que ésto? hombres echados a su suerte en un continente desconocido en el que decidieron quedarse a trasplantar su espíritu pero que además tuvieron que ganar por medio de infatigables trabajos y batallas en las que nuevamente muestran su carácter, puesto que los conquistadores, en cuanto a género militar, estuvieron más unidos a la guerrilla que a la milicia46.
El resultado de estos factores es, en un nuevo mundo, un nuevo género humano que tendría las características de sus antepasados por herencia; pero que la tierra que ahora pisaban con fuerza y la distancia de ésta con la península les imposibilitaba sentirse hijos de ella más que no de la América a la que con orgullo pertenecían. Éstos son los efectos del medio físico. En consecuencia, los criollos eventualmente mirarían a sus «hermanos» peninsulares como extranjeros a los que era menester mantener a raya.
Los prejuicios de Casta
Pero ¿Cuál sería el origen de tan abyecta mentalidad de los criollos para con las otras clases? ¿Es posible establecer precedentes, o, incluso orígenes? Para los que estudiamos con pasión la historia y creemos que cada suceso no ocurre por casualidad, sí.
Para determinar la conducta de los criollos caraqueños y el origen de los prejuicios de casta, apelaremos a tres aspectos: cómo fue establecida dicha clase social, el ámbito de las leyes y la coyuntura histórica del momento. Por supuesto, repasados éstos detalles, luego hablaremos de los pardos y serias consideraciones sobre ellos.
Comencemos por el establecimiento de nobleza en Caracas. Dicha ciudad pasó por muchas penalidades y batallas arduas para su fundación, obviando todas éstas, se dominó eventualmente el belicoso valle cerca de 1567, a pesar de que los asedios de los indígenas aguerridos seguirían por mucho tiempo. A causa de éste mismo problema, el acoso constante de los indígenas que cada vez se hacían más peligrosos para el futuro del débil asentamiento que había fundado Diego de Losada, los conquistadores recurrieron a la única solución posible: aprehender a los indígenas rebeldes, esclavizarlos y ponerlos instantáneamente bajo el sistema de encomiendas.
El resultado de ésta solución fue que para 1578 hubiesen 4.000 indígenas en el valle bajo el sistema de encomiendas, cantidad que no encontraba igual en ningún otro lugar de lo que hoy es Venezuela47. El efecto psicológico de éstas practicas fue que indudablemente los conquistadores siempre vieron al indígena, al bajo, al salvaje, como una persona, si admitían tal término, que era necesario tener oprimido por su naturaleza altiva y del cual, por las prerrogativas con las que habían sido investidos, podían sacar provecho. Y si así lo hacían los conquistadores, sus descendientes crecerían con el paradigma de que dichas personas no eran más que una fuerza de trabajo que por nada en el mundo podía aspirar a cambiar su posición social; y hasta con más veras debían odiarlos si sabían que sus padres habían pasado fatigas y pesadillas por culpa de ellos.
A la formación progresiva del desdén a las clases bajas se sumaron dos factores: pronto Caracas, por medio de las encomiendas y la repartición de tierras, comenzó el cultivo del trigo y el tabaco. Para 1607 se exportaron cerca de 68.200 arrobas de trigo y 8.592 de tabaco48, esto significó que cada vez fue más necesario poner bajo el sistema de encomiendas a los indígenas de la zona. Pero además denota la integración tardía de Caracas al imperio español, pues toda esa producción tenía como destino el puerto en Cartagena de Indias; pues de Caracas salieron las provisiones necesarias para la conquista de Nueva Granada y el Perú, además de las perlas de oriente para su comercialización.
Otro hito importante fue que poco a poco fueron llegaron comerciantes europeos atraídos por la fertilidad del valle y el éxito del comercio del trigo, contribuyendo a la formación de la verdadera élite criolla por antonomasia. Todo esto condujo a que el viejo patronato de los conquistadores, aunque seguía vigente, se fusionara con los nuevos comerciantes; produciendo un cambio de instituciones. No por nada la Cabalgada, que era una suerte de destacamento militar utilizado para la captura de esclavos, fue reemplazado por el Cabildo49.
Pronto los criollos comenzarían a usar el Cabildo, primero para el mejoramiento de la ciudad50, y luego para el establecimiento de su control político en la zona. El historiador Robert J. Ferry anota que el periodo correspondiente de 1580 a 1620, o sea, la formación de las primeras familias y hacendados, estuvo marcado por «la fuerza de los intereses locales en la vida económica de la región de Caracas»51.
Fíjese como los criollos, antes del boom del Cacao, que fue lo que terminó de propulsar la formación de la élite, ya mostraban habilidad para moverse dentro del Cabildo, que lejos de concebirlo como una simple institución política, era su tribuna, su estrado, para defenserse y defender sus intereses. Ahora se explica porqué tanta intransigencia y odio contra la Real Audiencia52 y los funcionarios peninsulares.
En definitiva la consideración de los criollos para con las clases bajas empeoró cuando, gracias al éxito del comercio, empezaron a traer esclavos a la provincia. Las primeras menciones del cacao como un alimento exportado datan de 1607, año en que se exportaron solo 4.5 fanegas de dicho fruto53. Sin embargo, el cacao no se convertiría en el producto más exportado sin hasta 1650. Poco a poco se fue utilizado hasta como método de pago entre comerciantes y hacendados para luego comenzar a ser exportado en grandes cantidades, el primer registro data de 1628 de un barco que llevo granos de cacao de Caracas a México gracias a unos comerciantes vascos54.
En este sentido la incorporación de los esclavos fue proporcional al auge del cacao, en un inicio fueron pequeñas embarcaciones con 50 o 70 esclavos55 y a medida que la agricultura se iba a desarrollando fue necesario traer comarcas de negros en cantidades de 1.000 a 3.000, de modo que para 1785 habían 53.154 esclavos en la provincia de Caracas y en la sola ciudad 8.00056. Y más allá de indígenas y negros, no hay que excluir la considerable masa de «razas mixtas» que producía el mestizaje.
Intuimos que si el trato, al inicio de las actividades económicas, era rudo con los indígenas, con los esclavos y sus descendientes, ya sea entre ellos mismos o con otras razas, debió haber sido peor. Con los indígenas al menos se tenía la noción de que era ilegal abusar de ellos, y es una verdad que a pesar de los esfuerzos de los monarcas de suavizar el trato hacia ellos, el desempeño de las leyes que los protegieran dependería exclusivamente de los encargados y su voluntad de hacerlas cumplir. A todo este conjunto de prejuicios y actitudes despreciativas con las clases bajas los llamaremos instintos hereditarios.
A todo esto se suma el segundo factor, el del ámbito de las leyes. En una observación sagaz de Laureano Vallenilla Lanz nos dimos cuenta de que otra razón del desarrollo de los prejuicios de casta fue que durante buena parte del período colonial estuvo vigente los llamados Estatutos de limpieza de Sangre.
Para estudiarlos hay que remontarnos muchos años atrás, a la España de los Reyes Católicos. Entendiendo la aparente predisposición humana de odiar a grupos que profesen una religión diferente la propia, la Inquisición viene a ser el resultado de una larga evolución de persecuciones, penas y castigos. Lo que parece haber iniciado con Teodosio I y su edicto contra los herejes maniqueos en la antigua Roma, y que reapareció muchas veces con el concilio de Varona, los edictos de Alfonso II de Aragón y su hijo Pedro II, los oficios de Santo Domingo de Guzmán y el Obispo Diego de Acebes y otros defensores de la fe, vuelve a emerger con Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.
Resurge, pues, en España, la Inquisición que sorprendentemente fue perdiendo su rigor a medida que pasaba el tiempo, quedando hasta cierto punto olvidada. De hecho, se sabe que en Castilla casi no existía la Inquisición cuando llegaron éstos monarcas57. Empero, si el Santo Oficio había aflojado la práctica, no faltaban voces de quienes lo querían de vuelta. 10 años antes de la muerte de Enrique IV y de la proclamación de Isabel de Castilla, leemos una sentencia celebrada en Medina del Campo donde los «grandes del reino» le notifican al Rey la cantidad alarmante de «malos cristianos é sospechosos de la fee» por lo que le suplican que «les diese grant poder é ayuda para poder encarcelar é punnir los que fallaren culpantes cerca de lo susodicho»58.
Pero luego de varios altercados con los judíos en Castilla, por la publicación de un libro contrariando a la religión y a los reyes, Doña Isabel nombra el 17 de septiembre de 1480 a dos frailes dominicos como primeros inquisidores, iniciando formalmente la Inquisición, aunque cabe aclarar que ésta inquisición ya no consistía en las violentas afrentas generalizadas de la temprana edad media sino en medios más «pacíficos» de conversión, aunque no siempre. Por ejemplo la primera acción fue exponer un edicto para instar a las personas que hubiesen cometido delitos contra la fe a confesar dicho delitos y reconciliarse con la iglesia; posteriormente se publicó un edicto que amenazaba con la excomunión a quien supiese de hereje o judío y no lo denunciara. A los judíos, dependiendo de su distinción en el reino, se aplicaron distintas penas. A los menos influyentes se les quemó en plaza pública y a los más a penitenciaria o infamia59.
Toda la rutina de excesos violentos y no tan violentos, de conversiones pacíficas y quemas en hogueras, hasta que en 1492 se decretó la expulsión de los judíos y la salvación de quienes se bautizaran, produjo ya sea por miedo o por convicción una cantidad considerable de judíos conversos o «marranos», como se les solía decir60. Lo mismo sucedió antes, con la guerra de Granada, y después del 2 de enero de 1492 con la toma de la misma ciudad, donde muchos musulmanes se convirtieron al cristianismo, produciendo a los famosos «moriscos».
En fin, la gran cantidad de nuevos conversos y el recientemente avivado odio religioso de los españoles con los judíos y moros llevo a que eventualmente, para evitar la influencia de éstos en el Reino, instituciones científicas, militares o eclesiásticas, promovieran los Estatutos de limpieza de Sangre. Y ciertamente había de preocuparles identificar a los «cristianos nuevos» por la «rapidez con que han logrado penetrar en la sociedad española aun en sus niveles más altos»61.
Laureano Vallenilla Lanz anota lo siguiente: «Cuando la Inquisición, ejerciendo una influencia poderosa sobre las costumbres del pueblo español, despertó aquella fuerte repulsión religiosa contra los incrédulos, todas las pequeñas sociedades que podían darse leyes particulares, exigieron, de aquellos que deseaban entrar en ellas, pruebas más o menos rigurosas de su pureza de raza, rechazaban todos los pretendientes que no podían suministrarlas. Este fue el origen de los estatutos de limpieza de sangre»62.
En consecuencia, los estatutos de limpieza de sangre63 fueron el instrumento predilecto para hacer prevalecer a los cristianos españoles en las primeras cuestiones del ordenamiento del Reino. Y así como en la península, el sistema se trasladó a América para mantener la hegemonía en las nacientes instituciones políticas. Pero como en éstas partes no habían ni moros ni judíos, puesto que éstos tenían prohibido pasar a las Indias64, y la Casa de Contratación de Sevilla hacía la mas rigurosa selección de quienes pasaba al Nuevo Mundo, reservando ésta prerrogativa exclusivamente a los hidalgos y cristianos viejos65; Los Estatutos de Limpieza de Sangre terminaron ejecutándose en base la las diferencias étnicas de los cuarterones, tercerones, quinterones, zambos y mulatos que progresivamente se fueron formando por el mestizaje.
Quedando los Estatutos de Limpieza de Sangre para «excluir a los nativos americanos, a los africanos y a sus descendientes, convirtiéndose en la base ideológica de un sistema de estratificación social jerárquica basada en el origen del individuo: español, indio o negro»66. Y bien que se habían conservado dichos Estatutos en Venezuela mientras que en el resto de los dominios españoles iban desapareciendo.
En Venezuela, incluso por los años de 1790, seguían tan en boga la leyes redactadas en lejano tiempo, como del 23 de julio de 1571 donde se le prohibía a los mulatos y mestizos fungir como empleados de las Reales Audiencias67, o aquella otra donde se les prohibió la admisión a las universidades a los mestizos, cuarterones y zambos68, o la que les limitó al extremo el porte de armas a los mulatos y zambos69, o como cuando se les prohibió concederles placas de soldados70 y se les anuló el derecho a los mestizos y mulatos de recibir instrucciones para llegar a ser escribano71. ¡Y con cuanto fervor no abrazarían los criollos aquella ley del 11 de febrero de 1571! aquella misma que le prohibía a las mujeres negras, libres o esclavas, y a las mulatas llevar perlas, prendas de oro, seda y mantos. Quedando el uso de éstas cosas exclusivamente para la nobleza y que al cabo de años les daría el nombre de mantuanos.
Esto, sumado a los Estatutos de Limpieza de Sangre, componía lo que llamamos ámbito de las leyes. El hecho de que en Venezuela se mantuvieron con extraordinaria vigencia éstas leyes casi hasta el inicio de la revolución es por dos razones: la primera es que la aristocracia criolla venezolana, a diferencia de las otras aristocracias de las américas, no sufrió alteraciones en todo su desarrollo durante la vida colonial. Es decir, mientras en el resto de América el estamento de sus criollos era volátil y variaba de generación en generación, los criollos venezolanos, y sobretodo caraqueños, mantuvieron sus riquezas hasta 6 y 7 generaciones72. Y tal cual títulos de nobleza, haciendas y mayorazgos, se heredaron los instintos hereditarios conjunto al peso del ámbito de las leyes.
La segunda nos la explica Francisco Depons: «Si se exceptúa a los empleados que el gobierno envía allí y quizás comprendiendo a estos mismos empleados, puede calcularse en sólo cien personas las que usualmente pasan directamente de la metrópoli a la Capitanía General»73. Ciertamente, el problema se origina gracias a que a la olvidada provincia de Venezuela no concurrían funcionarios muchos peninsulares74 que pudiesen traer las nuevas leyes que iban enmendando a las leyes viejas que todo le limitaba las clases bajas.
Para terminar tenemos la coyuntura histórica. Como si el peso de la tradición menospreciativa hacia las clases bajas no fuera suficiente, en mal momento ocurrió la promulgación de la Real Cédula de las Gracias al Sacar. Dos sucesos encendieron la preocupación creciente de los criollos: La matanza de blancos en Haití en 1793 y la sublevación de los negros de Coro en el propio 1795. En 1791 había comenzado una huelga de esclavos en la colonia francesa de Haití, y medida que la revolución en la propia Francia iba avivando a los jacobinos negros, fue escalando el conflicto. Fue una revolución similar a la francesa, no solo por ser Haití una colonia de Francia sino por el rumbo inconsistente había tomado. Lo que comenzó con la reunión de la «Sociedad de amigos de los negros» para el reconocimiento de los derechos de los esclavos, y que produjo una pandemia jacobina entre los esclavos, viene a terminar con la independencia de la colonia, famosa por su gran cantidad de negros, y por los ríos de sangre que le costaron a las potencias europeas 80.000 soldados, 700.000 libras75 y la desaparición de la élite criolla de Haití con generales como Jean-Jacques Dessalines y Jean Zombi que dieron orden expresa para asesinar sin juicio a los blancos de la isla.
En cuanto a planes, no fue muy diferente la rebelión en Coro. Teniendo en cuenta que la Real Cédula de Gracias al Sacar fue promulgada en Aranjuez a 10 de Febrero de 1795, la sublevación ocurrió cerca de 3 meses después. Un informe de la Real Audiencia de Caracas al Gobierno en España, con fecha de 23 de junio del propio año, notifica un alzamiento de «los negros, zambos y mulatos libres y esclavos de la serranía» perpetrado el día 11 de mayo y siguientes, aunque ya para el 23 de mayo se había aplicado sentencias de muerte a 21 negros, a 22 negros y 7 indios se les condenó de seis a diez años de presidio y sin sueldo y a 3 mujeres dados trescientos azotes76.
Muchos escritores han visto en la sublevación de Coro la influencia universal de la revolución francesa, brillante observación que fue tan obvia, que el Capitán General Pedro Carbonell ya se lo informaba al Rey. Pedro Carbonell expresa que las tres causa principales del alzamiento fueron «la situación de aquel terreno, de la condición de la esclavitud, del manejo y máximas77 de aquellas gentes; y últimamente de la comunicación con los Franceses, opresión en las contribuciones, y predominio del Negro Josef Caridad González, su ascendiente sobre los demás de su nación y otros; cuyos tres principios, después de varias juiciosas reflexiones los sientan como fundamentos principales del detestable proyecto de los negros»78.
Carbonell no pierde el tiempo para afirmar que aquella experiencia de la sublevación les enseñó «el cuidado que se necesita para resistir la infame semilla que siembra cautelosamente la iniquidad Francesa, el modo suave, recto, justo y apacible, con que los empleados [dueños de esclavos] deben conducirse sin viciar con una imprudente rigidez la integridad de sus ejercicios». Pero una afirmación de él nos resulta interesante pues resalta las: «funestas consecuencias de que es capaz el villano corazón de la gente común o de color bajo que orgullosos con el beneficio de la protección que se les dispensa, sorprenden á los superiores, y pervierten la sujeción de los súbditos». Es decir, habla de que las gentes bajas, negros, zambos, mulatos, etc., podían subvertir el orden a pesar los beneficios que se les daba; ¿no son éstos los «horrendos extremos» a los que los pardos y «gentes inferiores» eran capaces de moverse según el Cabildo?
Regresando a la rebelión en Coro, ésta no puede ser tratada como Revolución, por el número de participantes; pues apenas hubo noticia de 53 o poco más condenados. Esto último no fue lo que alarmó a los criollos, lo que en verdad los inquietó fue como la «gente baja» había logrado tener noticia de las ideas de la revolución y la república, pues bien sabido que el Negro Chirinos no peleaba por otra cosa que no fuese la República de los Negros y la eliminación de los blancos. Tal cual como sucedió tangiblemente en Haití.
Conclusiones
El propósito de resaltar éstos hechos es desmentir una afirmación que ha rondado entorno al tema de las Gracias al Sacar y la élite criolla desde su solo estudio. La actitud de los criollos ha sido reducida a una sola palabra: racista. Interpretándose que eran los criollos los únicos que oprimían a las clases bajas y que éstos últimos vivían como hermanos y que los unía el hecho de ser menospreciados única y exclusivamente por los criollos.
Los mismos que acusan a los criollos de racistas y nada más, parecen ignorar convenientemente que dentro los propios pardos habían dos categorías: los pardos normales y los pardos beneméritos. Éstos últimos «mantenían una actitud parecida al mantuanaje» con respecto al resto de pardos pues, cual criollo, practicaban la endogamia para no mezclarse con «gente inferior» como ellos muy orgullosamente lo decían79.
Tal era el orgullo de los pardos que en un momento determinado llegaron a excluir del Batallón de Pardos a un aspirante por no ser legítimamente pardo sino zambo. Éste fue el caso de Juan Bautista Arias. En la petición de exclusión de Juan Bautista Arias los pardos, celosos de su institución, recordaron al Gobernador y Capitán General todas las castas de la colonia y sus orígenes. Mestizo, mulato, pardo, zambo, quinterón, cuarterón, tercerón, tente al aire, salto atrás. Todo éstos términos tuvieron que ser aclarados en la petición para determinar que Juan Bautista Arias era un zambo; tan bien indagaron en la genealogía de Arias que descubrieron que su abuelo paterno era mulato y su abuela paterna una negra, de donde resulto su padre Isidoro Arias, un zambo. Por el lado materno, su abuelo había sido un indio que se casó con una mulata siendo su madre, Thomasa Guevara una zamba. En consecuencia Juan Bautista Arias sería un zambo de acuerdo al Batallón de Pardos80.
Luego del examen genealógico el Batallón de Pardos añadió lo siguiente:
Con que siendo el ánimo e intención de S.M. de que el que no fuere legítimamente Pardo no puede ingerirse en el Batallón no siendo éstos, según la opinión de los autores del Reino sino lo que resultan de blanco y negro, o a lo menos de tercerón con cuarterón o quinterón, porque éstos se van acercando cada vez más a los blancos, mientras más se fueren alejando de los negros, no siendo poca la influencia que tiene para este asumpto, lo claro de sus colores, según la opinión del señor George Juan en sus relaciones del viaje de Cartagena se deduce, que si Juan Bautista Arias tiene tan inmediato el Indio con el Negro, cuando no sea Sambo es tente en el aire, y por consiguiente enteramente excluído de la legitimidad de Pardos, que ha sido todo el objeto de nuestra intención, y lo que nos propusimos, probar en nuestro escripto de demanda81.
¿No se asemeja esto a las limpiezas de sangre exhaustivas que los criollos pedían para la Universidad de Caracas que exigía que sus alumnos fueran de «limpio y conocido nacimiento»82 o para el Colegio de Abogados que como requisito pedían a oficiales y abogados que estuvieran limpios de «toda mala raza de moro o judío» y mucho menos tener mezcla con «mulatos, negros, ni otra casta baja»83? Y bien que había notificado el cabildo que los pardos tenían un desdén contra los negros cuando dijo: «¿Quién ha llegado á persuadirse tan erradamente que los Pardos no miran á los Negros, de quienes traen el defecto, con una inclinación odiosa; á los Blancos, á cuya clase únicamente aspiran por ultraje y menosprecio de éstos?».
Lo cierto es que, en cuanto a los criollos, nos queda claro luego del estudio que hicimos, que ellos obedecían sus instintos hereditarios; que formados a la par con el ámbito de las leyes hicieron que tuvieran notable repulsión a la «gente baja» de la provincia y eventualmente miedo por la facilidad con que estaban moviéndose en las instituciones y el modo en que en otras regiones se había alzado el populacho por sobre la nobleza, o sea, la coyuntura histórica.
Las castas se odiaban, eso era un hecho y fue una de las razones de la sangrienta lucha de independencia que sucedió después. Esto nos da una dimensión de cuan hondo habían penetrado en todos los niveles de la sociedad los prejuicios de casta, heredados en un inicio como prejuicios religiosos; y además nos invita a pensar: Si todo esto parecía era engorroso a nivel institucional ¿Con cuanta vehemencia no habrían de manifestarse éstos desajustes sociales en la vida cotidiana de los pobladores de la antigua provincia de Venezuela?
¿Erró el Cabildo?
En algún momento del artículo mencionamos que el Cabildo de Caracas hizo varias afirmaciones que podemos decir que se convirtieron en predicciones. Entonces, a la postre de la historia, vale preguntarnos: ¿Erró el Cabildo? ¿Se equivocó cuando afirmó que los pardos y las gentes bajas eran por «su natural, soberbias, ambiciosas de los honores y de igualarse con los blancos» cuando bien es sabido que en la Guerra a Muerte el móvil de dicho acontecimiento fue motivar a los pardos, negros y mulatos para asesinar blancos y quedarse con sus propiedades y bienes84 o que incluso en la colonia habían casos en que los esclavos mataban a sus amos para emular sus bienes85? ¿Se equivocó el Cabildo cuando afirmó que «vendrán los tristes días en que España por medio de la fuerza se vea servida de Mulatos, Zambos, y Negros» cuando nos damos cuenta que el grueso de los ejércitos de Boves estaba precisamente conformado por éstas gentes86?
¿Se equivocaron los cabildantes cuando dijeron que los pardos «no contentándose con las gracias que ahora se les conceden y poco satisfechos del desdén con que han de ser siempre mirados á pesar de toda la fuerza de ellas, intentarán mayores cosas y se abrirán paso con la violencia a todas sus pretensiones» y además que ellos podían perpetrar «movimientos escandalosos y subversivos del orden» sabiendo que entre 1821 y 1830 se contaron más 50 revoluciones de negros y todas con los gritos de «¡Viva Fernando VII!» y «¡Muerte los Blancos!»87 y que incluso en un conflicto tan lejano como la Guerra Federal se vieran nuevamente avivados éstos odios raciales de pardos contra blancos88?
¿Erraron cuando afirmaron que, dentro y fuera de del Batallón, éstas personas eran los que más crímenes y excesos cometían, no solo contra otras castas sino también contra ellos mismos, sabiendo que el viajero Depons, testigo de la época, expuso que «De diez crímenes, ocho son obra de la maldecida raza de los zambos»? ¿se equivocaron cuando le hicieron saber al Rey que en los batallones y en las ciudades muchos de ellos se dedicaban a la «ociosidad, á la mendicidad y á la miseria» cuando el mismo Depons nos cuenta que «La palabra zambo significa en el país lo mismo que libertino, perezoso, borracho, impostor, ladrón y hasta asesino»89 o que comisionados del Rey decían abiertamente y sin disimulo que los negros eran una nación «naturalmente inclinada a la flojedad y al hurto» y que cuando tenían oportunidad de hacer lo que les viniera en gana «no hay duda que no sepan aprovecharse de la ocasión al perjuicio de sus amos»90?
¿Y hoy en día ya no parece irrisorio que los cabildantes hayan dicho «Vendrá á ser esta preciosa parte del universo un conjunto asqueroso y hediondo de pecados, delitos, y maldades de todo género» cuando hoy en las barriadas populares de la pobre Caracas, formadas en el seno de la democracia, pulula el crimen y la degeneración sin disimulo alguno, cometido por personas que en lejano tiempo hubiesen entrado dentro de la clasificación de «gente baja» y que hoy no distan mucho de ser considerados como «marginales» o más coloquialmente como personas «niches» por el resto de venezolanos?
De éstas consideraciones se engloba una conclusión que tal vez parece inevitable viendo el estado actual de nuestra desafortunada nación desde un tiempo tan lejano como lo es 1796 y es la siguiente: Tal vez, el Cabildo de Caracas no se equivocó al lanzar tan polémicas afirmaciones.
Con éste último párrafo pongo punto final al artículo que tanto esmero y dedicación le he puesto desde el primer instante de su redacción e invitando a la reflexión sobre el pasado y los destinos futuros de la patria; haciendo un llamado urgente por rescatar nuestra historia para conocer los errores que como pueblo hemos ido cometiendo a lo largo de nuestra travesía en ésta parte del globo para romper el ciclo de desgracias que nos viene persiguiendo y llegar juntos al ideal supremo de la Venezuela posible que tan distante se encuentra de la Venezuela de hoy.
Santos R. Cortes, Régimen de “las gracias al sacar” en Venezuela durante el periodo hispánico (2 vols., Caracas, 1978), I, p. 161.
Ibid., II, pp. 82-83
Ibid., I, p 486.
Ibid., II, p. 85.
Ibid., p. 83.
Ibid., p. 84.
Ibid., p. 85.
El caso de Juan Gabriel Landaeta es tan extenso que puede, y va a ser, abarcado en otro artículo. Por ahora se mencionará que él, conjunto a Diego Mejias Bejarano, fueron los primeros pardos que pidieron dispensas para poder casarse con personas blancas del estado llano, entrar a las ordenes sacerdotales y otros beneficios. Por supuesto que el cabildo protestó contra la dispensa y en dichas actas se muestran muchos de los rasgos replicados el 14 de abril.
José F. Blanco y Ramón Azpurúa (eds.), Documentos para la historia de la vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia (14 vols. Caracas, 1875-78), I, p. 265.
Ibid.,
Carta de Jamaica, Kingston, 6 de septiembre de 1815, Manuel Pérez Vila, ed., Doctrina del Libertador (Caracas, 1979), p. 74. Véase también la cita 1 de la primera parte del artículo, Humboldt decía lo mismo sobre las dos «categorías de hombres», sin embargo consideramos erróneo su juicio referente a la numerosidad de los conservadores.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 266.
Este era el famoso tío Carlos, quien debido a la ausencia de Estaban Palacios ejerció la tutela del niño Simón cuando falleció el abuelo Feliciano. No nos sorprende, sin embargo, que su firma apareciera en éstos documentos; se sabe que el tío Carlos era de mente cerrada y abyectas creencias, no por nada casi todos los varones Palacios Blanco habían sido realistas. Augusto Mijares, El Libertador (Caracas, 1987) p. 24 y 67. De hecho, se sabe que cuando ocurrió la conspiración de Gual y España, Don Carlos le escribió a Estaban Palacios lo siguiente: «En América, como que vivimos metidos entre esta canalla que se hace preciso tenerlos abatidos y aun a cada uno en su clase». Denotando su extremo conservadurismo político que seguramente no era solo en contra de movimientos subversivos en las colonias sino también en la estructuración de la misma. véase Correspondencia entre los hermanos Palacio Blanco, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, N°52, p. 541.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 267.
Ibid.
Ibid., p. 267-68.
Es de deducir que los pardos, mulatos o zambos que quisiesen aspirar a cargos públicos se darían en Caracas o las otras ciudades donde, a consecuencia de vivir tan cerca del centro de poder, sí tenían más nociones básicas del funcionamiento del gobierno que cualquier otro en el corazón del país. Sin embargo, eran aquellas «clases bajas» de las ciudades las que preocupaban, y con mas veras en Caracas, puesto que la gran cantidad de esclavos que había, producía una masa considerable de pardos, mulatos y zambos. En Caracas, cerca de 1810, habían 64.462 esclavos, 108.920 blancos, 56.083 indígenas y 197.740 «castas» (término con el que se englobaba a cualquier tipo de mezcla, producto del blanco, indio y negro; y los esclavos libertos o manumisos), ya con ésto nos podemos hacer una idea del contraste racial de Caracas. P. Michael McKinley, Pre-Revolutionary Caracas: politics, economy and society 1777-1811 (Cambridge, 1985) p. 10.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 269.
Santos R. Cortes, Régimen, I, p. 469.
John V. Lombardi, People and places, p. 132.
Diana Sosa Cárdenas, Los pardos: Caracas en las postrimerías de la colonia (Caracas, 2010) pp. 26-27
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 269.
Diana Sosa Cárdenas, Los pardos, p. 41.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 270-71.
Ibid., p. 271.
Ibid., p. 271-73.
Hoy en día éstos preceptos de trabajar en horario propio y cobrar lo que el trabajador disponga, siendo el productor independiente, nos parecen justos; pero hay que recordar el control que ejercía la monarquía en la economía y lo mal visto que era ésto.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, pp. 272-73.
Para saber más sobre los origenes de la conciencia criolla véase el artículo de mi colega Daniel Garcia Ayaach titulado Precedentes al 5 de Julio disponible aquí.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 267.
Ibid., p. 268.
Ibid., p. 269.
Ibid.
Ibid., pp. 269-70.
En una parte del informe del 28 de Noviembre agregaron lo siguiente: «En este infeliz estado se halla la Provincia de Caracas, que tal vez es la mejor parte de los Dominios de América». Ibid., p. 270.
M. A. Burkholder y D. S. Chandler, Biographical Dictionary of Audiencia Ministers in the Americas, 1687-1821 (Connecticut, 1982) p. 94.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 270-71.
Ibid., p. 274.
Ibid.
Las palabras puestas en comillas aparecen textualmente en el Informe.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 274.
Augusto Mijares, El Libertador (Caracas, 1987) p. 13.
Por raza entiéndase un pueblo con un tipo de pensamiento o ethos característico, no una raza en el sentido antropológico de la palabra.
Ángel Ganivet, Idearium Español (Madrid. 1905) p. 115.
Véase Rufino Blanco Fombona, El conquistador español del siglo XVI: ensayo de interpretación (Madrid, 1922) pp. 24-27.
Ángel Ganivet, Idearium, p. 49.
Robert J. Ferry, The early Caracas: Formation and crisis 1567-1767 (Los Ángeles, 1989) p. 13.
Ibid., p. 20.
Ibid., p. 23.
Puesto que apenas hubo iniciado el comercio del trigo y el tabaco el Cabildo se apresuró por mejorar las casas de los vecinos, construir iglesias y labrar caminos dentro del poblado. Robert J. Ferry, The early Caracas, p. 15.
Ibid., p. 24. Si bien la cita original está en inglés, opté por hacer una traducción.
Y nótese lo injusto que había sido la Corona con Venezuela en ese sentido. Mientras que para 1661 ya habían Reales Audiencias en Lima, Buenos Aires, Santa Fe de Bogotá, Panamá, Guadalajara, Guatemala, Santiago de Chile, Manila y La Plata; Venezuela seguía bajo la jurisdicción de la Real Audiencia de Santo Domingo. Nada menos que 260 años estuvo Venezuela sujeta a la Audiencia de aquel lejano sitio; hasta que el 26 de febrero de 1787 se constituyó la Real Audiencia de Caracas con el Fiscal Sarabia, el Regente López Quintana y los Oidores Cortínes, Ribera y Pedroza. Y más injusta fue la Corona cuando se descubre que en 1770 habían denegado la solicitud de los criollos de crear una Audiencia en Caracas. Por lo que es lógico inferir que 17 años después no encontrarían los funcionarios de la Audiencia unos criollos a gusto con su sola presencia. José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela (4. vols. México D.F., 1979) I, p. 117 y 118.
Archivo General de la Nación, Real Hacienda, legajos 3, 5 y 6.
Robert J. Ferry, The early Caracas, p. 46 y 47.
Ibid., p. 55.
P. Michael McKinley, Pre-Revolutionary Caracas, p. 23.
Modesto LaFuente y Juan Valera, Historia General de España (25 vols. Barcelona 1887-90), tomo VI, pág. 300-301.
«É porque al dicho sennor Rey le suplicamos lo sobredicho, é á su sennoria place de lo ansi cumplir é assentar: Por ende por el poderío que tenemos, é en favor de nuestra santa fee católica, ordenamos é declaramos é pronunciamos é suplicamos al dicho sennor Rey, que exorte ó mande, é por la presente Nos exortamos é requerimos por la mejor manera é forma que podemos é debemos á los Arzobispos é todos los Obispos destos regnos é á todas las otras personas á quien pertenesce inquirir y punir la dicha herética pravedat, que pues principalmente el cargo sobredicho es dellos, con toda diligencia pospuesto todo amor é afición é odio é parcialidat é intereses, fagan la dicha inquisición por todas las cibdades, é villas ó logares, así realengos como sennoríos, órdenes ó abadengos, é behetrías, do sopieren que hay algunos sospechosos é defamados de heregía ó non viven como cristianos católicos ó guardan los ritos é ceremonias de los infieles contra la Santa Madre Iglesia é contra los sacramentos della». Concordia y sentencia celebrada entre Enrique IV y el reyno sobre el método de govierno y leyes qye debían regir para el bien del Estado, en Medina del Campo a 16 de enero de 1465. MS. sacado del archivo de Escalona y cotejado con el original de Simancas. Citado por LaFuente en Historia General de España, VI, p. 311.
Ibid., VI, p. 313.
Pedro Aguado Bleye, Manual de Historia de España (3. vols Madrid, 1964) tomo II, p. 161
Albert A. Sicroff, Los estatutos de limpieza de sangre: controversias en el siglo XV y XVII (Madrid, 1979) pp. 42-43.
Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo Democrático: Estudios sobre las bases de la constitución efectiva de Venezuela (Caracas, 1919) pp. 99 y 100.
Es importante acotar que cuando se refiere a «limpieza de sangre» en la península no se habla de connotaciones raciales sino estrictamente religiosas. No tenía sentido exigir, po ejemplo, de los habitantes de Granada o Aragón una pureza racial germánica, árabe o hebrea porque bien que estas razas se mezclaron en la península. Así como habían cristianos de color oscuro y ojos moros, habían árabes pelirrojos y de ojos claros. Prueba de este mestizaje era el Rey Muhámmad I Al-Ahmar, Rey de Granada y fundador de la dinastía de los nazaríes, quien se sabe era pelirrojo.
Recopilación de Leyes de Indias, Libro I, Título XXI, ley III.
Francisco de Lyra: Ordenanzas Reales para la Casa de la Contratación de Sevilla, y para otras cosas de las Indias, y de la navegación y contratación de ellas (Sevilla, 1647) p. 30.
Ángel Almarza: Limpieza de Sangre en el siglo XVIII venezolano (Caracas, 2009) p. 43.
Recopilación de Leyes de Indias, Libro II, Título XXVII, ley I.
Ibid., Libro I, Título XXII, ley LVII.
Ibid., Libro III, Título V, Ley XIIII.
Ibid., Libro III, Título X, Ley XI.
Ibid., Libro V, Título VIII, Ley XL.
Robert J. Ferry, The early Caracas, p. 6. Bien es sabido el caso de El Libertador, su familia había ocupado un rango alto desde la llegada del primer Simón Bolívar, lo mismo pasó con ciertas diferencias con los Marqueses del Toro, Mijares, Valle de Santiago, Ustáriz y otros.
François Depons, Voyage à la partie orientale de la Terre-Ferme, dans l'Amérique méridionale (2. vols Paris, 1806) Traducción de Enrique Planchart, tomo I, p. 185.
El propio número de españoles peninsulares era limitado aún en las postrimerías del periodo colonial, pues se estimaban en solo 1.500. Tabla elaborada por John Lynch: Simón Bolívar: A life (North Yorkshire, 2006) p. 10.
Cyril L. Robert James, The black jacobins: Toussiant L’Ouverture and the San Domingo revolution (New York, 1989) p. 200.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 259.
Recordemos que una definición de máxima se entiende por «ideas», «reglas» o «principios». Cuando Carbonell dice «máximas de aquellas gentes» hace referencia a que naturalmente habían en los negros de Coro un ánimo levantisco tan viejo como la esclavitud en Venezuela, aunque si tenían los esclavos una predisposición altiva, siempre fueron sus luchas «aparentemente movidas por ideas políticas, y en realidad obedeciendo á impulsos inconscientes que parten de las capas hereditarias del espíritu»; saliendo los negros a los montes a guerrear por «cosas que no pueden entender». Pedro Manuel Arcaya, Estudios sobre personajes y hechos de la historia venezolana, (Caracas, 1911) p. 291.
Blanco y Azpurúa (eds.), Documentos, I, p. 260.
Diana Vargas Sosa, Los pardos, pp. 26 y 27.
Archivo General de la Nación, Sección Diversos, t. XLV, f. 255-457. Citado por Santos R. Cortes en Régimen, II, pp. 19-23.
Ibid.
Cedulario de la Universidad de Caracas (1721-1820) pp. 54-55.
Héctor Parra Márquez (Ed.), Historia del Colegio de Abogados de Caracas (Caracas, 1952) I, pp. 347-348.
Ensayo dirigido al editor de la Gaceta Real de Jamaica, Kingston, después del 28 de septiembre de 1815, Manuel Pérez Vila (Ed.), Doctrina del Libertador (Caracas, 1974), pp. 77-78.
Pedro José de Olavarriaga, Instrucción General y Particular del estado presente de la provincia de Venezuela en los años de 1720 y 1721 (Caracas: Fundación CADAFE, 1981) p. 17.
José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la República de Colombia (4 vols. Besanzon, 1858) II, p. 283.
Véase la nota al pie de página de Laureano Vallenilla Lanz en Cesarismo, p. 194.
Léase lo siguiente que Gil Fortoul escribe: «Hombres enteramente incultos, simples peones, manumisos, esclavos recién libertados, aparecieron de pronto como capitanes, coroneles, generales, aunque no supiesen leer ni escribir. De modo que los aventureros de todo linaje hallaron siempre mejor acogido en las filas federales. Y quién sabe qué odios se despertaron en tantas almas oscuras, qué deseos de venganza, qué recuerdos de injusticias, de iniquidades». Historia Constitucional, IV, p. 172. Y del mismo modo véase lo que Lisandro Alvarado comenta de un episodio en que hubo quien les hizo creer a los esclavos que serían retornados a la antigua práctica y éstos inmediatamente enarbolaron las banderas de: «¡Todos somos iguales!» «¡Mueran los blancos!» «¡Hagamos patria para los indios!» Historia de la Revolución Federal en Venezuela (Caracas, 1956. Edición perteneciente a los Obras Completas de Lisandro Alvarado) p. 92.
Francisco Depons, Viaje a la parte oriental de la Tierra Firme, trad. Enrique Planchart (Caracas, 1930), p. 437.
Olavarriaga, Instrucción, p. 17. El mismo dice «el negro tratado con más benignidad se hace soberbio, y se alza contra su amo al menos castigo que le hacen, lo que le induce, o a huir, o muchas veces a matar a su amo, o su mayordomo; prueba de lo que digo sobre la huida de los negros, es evidente, pues según la cuenta, (o los cumbés que llaman), se hace la numeración de 20 mil negros huidos que obligan muchas veces a los vecinos a tomar las armas contra ellos»